lunes, 9 de diciembre de 2013

CantaJuegos: sobreviviremos




Iba a hacer una segunda parte sobre los piojos pero estoy saturada. Así que voy a hacer una de los Cantajuegos ya que comparten muchas similitudes: las letras se propagan y se pegan a una velocidad aterradora, se sustituyen con facilidad por otros nuevos, te invaden la casa sin pedirte permiso y para parecer tan insignificantes han llegado muy lejos.
Hemos vivido seis felices años viviendo sin los cantajuegos pero tenían que venir los de Disney a fastidiarla. 
Cuando Gabriel era un bebé unos amigos me pasaron el dvd para hacernos adeptos  pero mi hijo es un sibarita musical y no se dejó embaucar.
Muchos padres se lamentan con respecto a los cantajuegos. No hay nada más pegajoso que una canción infantil y estos lisitillos lo han conseguido en un grado superlativo. Son el chicle en el pelo de las canciones infantiles. Hasta ahora no salían en la tele, sólo se veían en dvd, era una decisión voluntaria, o lo ponías, o no lo ponías. Igual que en el coche. El viaje más largo que hemos hecho fue a Huelva hace tres veranos. Doce horas de ida y doce de vuelta. JAMÁS se nos hubiera ocurrido escuchar semejante cutrez y aunque una cosa es cierta con lo que ralla escucharlos es imposible que te duermas al volante. Si te estrellas es voluntariamente, presa de un ataque de nervios para poner fin a tu sufrimiento...
Pero en mi casa entraron a traición a las 8 de la mañana, día laborable, con las pestañas pegadas de legañas y los niños con cero ganas de ir al colegio. Seis frikiadultos hablando como niños de seis años, con la gazmoñería y las voces de Mocedades, la vestimenta de los payasos de la tele y la coreografía de los Village People. Toma cocktail.

¿¿¿Pero dónde ostias está la doctora juguetes??? ¡No lo quites!! dijo Ángela. Y si mi hija dice a las 8 de la mañana que el canal no se cambia, no se cambia. Ángela tiene mi superguachidespertar, es decir,  nadie ose a contradecirla. ¡Nadie!

Menos mal que Ángela todavía no se sabe la programación infantil y al día siguiente pusimos a Doraimon. ¡Estamos medio salvados!

P.D: ahora sabemos porque no son los mismos que eran, menudo truño!! http://www.publico.es/culturas/343850/cantajuego-no-apto-para-ninos

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Vídeojuegos sí o no



Estoy a favor de los vídeojuegos. Tienen muy mala fama entre algunos padres y educadores, lo sé. En la actualidad es el equivalente a los libros en la época de Cervantes o a la televisión durante la década de los ´80. Pobre Don Quijote, adicto a los libros de caballería, hoy en día sería noticia en los informativos de telecinco con el Piqueras.
 A todos los miembros de nuestra familia, menos a las gatas, nos gustan los vídeojuegos. El otro día mi marido se quejaba de tortícolis, eso es de tanto jugar a la X-box, sentenció mi hijo dejándolo con un palmo de narices.
Tampoco entiendo el afán de muchos padres en alardear que a sus hijos no les dejan jugar a eso mientras consultan el wassap.  Los adultos vivimos pegados a una pantalla, del móvil, del tablet, del pc...   Si eres coherente con tu estilo de vida, es decir si vives en la montaña sin internet, sin electricidad ni agua corriente emulando a Cristopher Lambert en los Inmortales, es fantástico, pero si te sale la tecnología por las orejas ¿qué pretendes con tanto alarmismo?
Hay personas que son un poco como los Croods. 
Desconfian de todo lo que requiera evolución: la televisión, el cine, el microondas y hasta las vacunas han padecido y siguen padeciendo lo suyo.  Imagino que el hombre de las cavernas o cualesquiera que descubriese el fuego fuera reticente usarlo al principio jorobándoles la fiesta al resto de la tribu. Mis niños sólo comen carne cruda y por las noches no encendemos la hoguera que han dicho en radiomamut que es atrae a los malos espíritus...
Todo en su justa medida, si a tu hij@ de ocho años le encanta leer no le vas a sacar de la biblioteca Cincuenta sombras de Grey. Ni te llevarás al de seis aficionado al cine a ver  Guerra mundial Z. 
Existe algo que se llama sentido común y se supone que los adultos y sobre todo los adultospadres deberíamos usar.
Yo misma he padecido en mis carnes el famoso no leas tanto que te vas a quedar ciega y eso que mi casa estaba llena de libros y no para decorar la estantería del salón. Y mi madre no iba desencaminada pero si yo ando cegata perdida no es por culpa de la lectura, es por culpa de la genética.
Los niños siguen siendo niños, siguen jugando con juguetes, siguen jugando en los parques y desollándose las rodillas (al menos los míos). Los videojuegos, sin dejar que los niños jueguen hasta que se les combustionen las pestañas y se les queden los pulgares planos tienen su lado positivo y hasta terapéutico.
Según un artículo de la revista Quo ayudan, entre otras maravillas, en la dislexia y en la motricidad fina. Jugar al Call of duty mejora la agudeza visual. Igual si empiezo a jugar de manera compulsiva cuando llegue a vieja tengo vista de lince.
No sé si la base ciéntifica del artículo es la misma que la de los remedios de Txumari Alfaro pero me ha parecido aportar otro punto de vista al lado oscuro de los vídeojuegos.
 El otro día jugando al Sonic Transformer (carreras de coches) y en un subidón de adrenalina porque había llegado la primera, amenacé a mi marido con sacarme el carnet de conducir. Mi marido me juró y me perjuró que  la conducción real, aunque algunos memos lo crean conduciendo como en el gran turismo, no tiene nada que ver con los juegos de consolas.El coche no despega cariño, no despega.

 En fin, yo mantengo la esperanza que en un futuro no muy lejano jugar con videojuegos esté tan bien visto como en la actualidad leer libros. Y lo dice una adicta a la literatura.
¿Y vosotros? ¿Qué opinais?

viernes, 22 de noviembre de 2013

Sin banda sonora

 “¿Cómo es morirse?”, me preguntaría Laura si estuviera a mi lado. Morirse —le respondería— es escuchar una de esas canciones que no tiene fin. Escuchar el estribillo repetitivo cada vez más flojo que el anterior. Cada vez más y más lejano. Tan suave y apacible que, casi sin darte cuenta, no percibes que la canción ha enmudecido.

Eso es morirse.

Cuando yo era niño, la muerte sobrevenía sin dar explicaciones. La tuberculosis era una dama sobre un caballo negro —galopante, la llamaba mi madre— que arrollaba a todo bicho viviente. Ancianos, adultos, niños. Y si la tuberculosis no te mataba, se encargaba el hambre, la miseria o una bomba en mitad de la calle.

Laura no sabe en qué clase de planeta de locos vivíamos, qué clase de personas con el sentido común de un mosquito regían nuestras vidas jugando a ser dioses. No sabe de hambre, de frío, de silencios forzosos, de ignorancias.

Ella se reía, me acusaba de ser un anticuado. Por culpa del bigotes ese vamos hacia atrás como los cangrejos —decía—; cualquier día de estos nos obligarán a cantar el “Cara a sol”. En vez de quemar libros de Marx deberían haber quemado la partitura de la canción de mierda esa. Si ahora estallara una guerra, el efecto sería tan devastador que no quedaría nadie en el mundo para hacer una película sobre ella.

Laura tiene un concepto romanticopeliculístico del tema, fruto de tanto cine y tanta tele. Creo que todavía piensa que nos bombardeaban al son de una musiquilla dramática y rimbombante de fondo. No puedo hacerle entender que la única banda sonora reinante era la de la sirena antiaérea, la de la gente gritando y huyendo despavorida hacia los refugios y la de las bombas explotando en tierra.

Claro, a mí me tocó vivir una época y a ella, afortunadamente, otra. Toda una vida me ha costado conformarme. No estaba escrito en ningún sitio que yo debía nacer pobre, sin infancia y vivir una guerra.

¿O sí?

 Pero no logro convencerla de lo afortunada que es. Cuando le cuento estas cosas, se encoge de hombros y me mira con aire de resignación, sin un atisbo de empatía. Son cosas de viejos…

No siempre he sido así, cargado de hombros y de puñetas, medio calvo y canoso, desdentado y charlatán, amargado y cargante. Hubo un tiempo en el que fui un niño rebosante de energía y de inocencia, que creía vivir en un entorno seguro, con unos padres que me amaban y me protegían. Con la firme convicción de que nada malo podía sucederme, que al amparo de mis padres la muerte, simplemente, no existía.

Pero un día mi mundo se vino abajo. Primero fue una calle del barrio vecino la que quedó en ruinas, más tarde se desplomó una de nuestro mismo barrio y, al final, cayó una bomba en la acera de enfrente que mató a uno de mis compañeros de escuela y destrozó el comedor de mi casa. A partir de ahí colgué la infancia tras la puerta y tomé conciencia de que la muerte, tarde o temprano, me alcanzaría.

Yo vivía en un edificio de tres plantas, en una calle a medio terminar, rodeada de solares y charcos. Un auténtico caldo de cultivo para margaritas silvestres y malas hierbas. En la acera de enfrente había cinco casitas de idéntica construcción, de color amarillo limón, y con patios en la parte trasera que eran la envidia de mi madre. ‘Las Torrecitas’, las llamaban.

A una de las casas, justo la de la esquina y la de delante a mi portal, la rozó una bomba. Y digo que la rozó porque unas tres cuartas partes de ella cayeron en el solar, tragándose aquellas margaritas que nos alegraban la vida. El resto fue a parar sobre la cocina de la Valencianeta, matando a su madre y a su hijo pequeño, el Quimet, que en aquellos instantes jugaba a las canicas mientras su abuela preparaba la cena a la luz de una miserable vela.

La Valencianeta, gorda y rubia oxigenada antes de la guerra y con hablar de pescadera a pesar de tener una parada de batas en el mercado, enloqueció al regresar a casa y ver que su hogar, su madre y su hijo eran pasto de las llamas. Sus gritos se alzaron por encima de la sirena antiaérea que volvía a avisar de otro ataque. Ella aún no sabía que su marido y sus tres hijos mayores que estaban en el frente jamás regresarían.

Con el paso de los años, no recuperó los kilos perdidos tras la guerra, ni la cordura. Se mudó al piso de su hermana y se dedicó a pasearse por el ruinoso barrio, con una bata raída de su parada, arrancándose los cabellos ralos y grises, hablando con las palomas del parque que sustituía al solar y sentándose en el bordillo de la acera para contemplar “La Bomba”, una tienda de quesos y embutidos construida sobre los cimientos del que un día fue su hogar.

Todavía me parece mentira…

Parece que fue ayer cuando el Quimet vociferó mi nombre desde la calle aquella tarde. El sol invernal filtraba sus últimos rayos por la ventana del comedor, cruzada por tiras de papel engomado en todos los cristales, y millares de partículas de polvo revoloteaban por el aire.

Mi hermano menor, Albertito, y yo estábamos sentados en el suelo, al lado de Estrella, nuestra setter irlandesa pelirroja. Alberto le contaba las costillas y Estrella lo observaba impasible con sus ojos ambarinos y legañosos. Siempre la habíamos alimentado con las sobras, y el problema en aquellos oscuros años era que no sobraban ni las mondas de las patatas.

Estrella apenas salía de casa, y menos sola. Ya no se veían gatos en la calle, y apenas perros. La gente se comía todo lo que pillaba. Hasta las ratas. Y últimamente tampoco quedaban demasiadas, o al menos eso comentaba mi padre, que se encargaba de salir con su escopeta de caza en busca de comida para Estrella. Estrella se moría de hambre.

Los tres permanecíamos en silencio, aprovechando el débil calor de la luz hibernal. Recuerdo que contemplábamos ensimismados la visión de una nube rosa suspendida en el cielo con forma de merengue y que un rayo daba de pleno en el rostro de mi hermano verdeándole los ojos pardos, dorando las pestañas rubias y el suave vello de la cara, tiñéndole las mejillas de color melocotón. Las comisuras de sus labios se curvaban ligeramente hacia arriba dibujando una leve sonrisa que resultaba tan enigmática como la de la Gioconda. Mi madre tocaba el piano en el comedor, un piano viejo y carcomido que había contagiado del mismo mal al resto de los muebles de la casa. Su melodía fue interrumpida desde la calle.

—¡Toni! ¿Bajas a jugar?

Quimet había heredado la misma voz chillona que su madre.

—Dile que no, dile que no —me instigó Albertito—, que es un pelma.

—¡¡¡Toni!!! —insistió —, jugaremos a ladrones y policías.

Albertito me miraba muy serio, negando con la cabeza: “Es un gordo comilón”.

Antes de la guerra era un niño obeso, con los ojos achinados y diminutos, engullidos por un par de carrillos carnosos de bull-dog. Un niño lento y torpe, blanco de todos los crueles insultos infantiles. Pero la guerra le chupó los pómulos hasta desorbitarle los ojos, le rapó el pelo para no criar piojos y le despintó los colores de la cara. En definitiva, lo puso a nuestro nivel, lo dejó con la fisonomía típica del niño de guerra: la cara de hambre y de pena. Paradojas de la vida, seguía sin librarse de su estigma grasiento. Continuaba siendo “Quimet el Gordo”, “el Cara-Bollo”, “el Vaca”.

—¿¡Que no sacas a la perra!?

Me asomé a la ventana y negué con la cabeza.

“Dile que suba”, dijo mi madre a mis espaldas.

—Sube, que jugaremos a la oca.

Pero no subió. Le vi alejarse calle abajo, dándole puntapiés a las piedras, las rodillas huesudas y blancas asomando bajo sus pantaloncitos cortos azul marino, la cabeza rapada al uno y las orejas despegadas y coloradas por el frío.

“Nunca digas último”, solía aconsejarme mi madre. Sin embargo, aquella fue la última vez que le vi, el último instante en el que el Quimet habló y respiró para mí.

Una hora más tarde oscurecía. Todavía quedaban un par de horas de luz eléctrica. Albertito y yo seguíamos en el suelo, jugando a la oca, con el culo helado y el estómago vacío. Mi madre jugueteaba con las teclas del piano. Fue Estrella la que, nerviosa, comenzó a rascar la puerta de casa, intentando salir. “Sácala a mear”, me ordenó mi madre.

No me dio tiempo. De inmediato escuchamos las sirenas antiaéreas y mi madre fue en busca de los abrigos. La luz se fue y nos quedamos completamente a oscuras. Empezamos a oír de lejos el ruido de los motores de los aviones. De repente, sobrevolaban nuestras cabezas. Muy cerca. Demasiado cerca.

Las bombas, en la distancia, resuenan de manera muy parecida a los fuegos artificiales. Silban antes de alcanzar su objetivo y, al estallar, las escuchas por ambas orejas. Primero la izquierda. Luego la derecha. Como si estuvieras dentro de una bóveda invisible. La estela luminosa que queda en el horizonte resulta casi hermosa.

Quizás fue medio minuto de oscuridad absoluta, intercalada con flashes de luz en los que veía la cara de Albertito de color verde. Medio minuto escuchando nuestras respiraciones entrecortadas en mitad de la nada, el zumbido de los motores, el silbido de las bombas tronando peligrosamente cerca y a Estrella llorando y arañando la puerta. Medio minuto que me pareció una eternidad.

Entonces un silbido agudo sonó más fuerte que los otros y los cristales de la ventana empezaron a vibrar. “¡Apartaos de la ventana! ¡Fuera! ¡Vamos! ¡Corred deprisa! ¡A la calle! ¡Al refugio!”, nos gritó nuestra madre.

El terror nos tenía el trasero pegado al suelo. Yo estaba agarrado al brazo de mi hermano pequeño y era incapaz de verla a través de la oscuridad. Sólo ella fue capaz de llegar hasta nosotros y sacarnos de la casa.

Ni siquiera sé cómo alcanzamos la escalera. Sólo sé que a mis espaldas el cielo se desplomó en la Tierra entre un gran estruendo y ruido de cristales rotos. Que cerré los ojos un instante y que al abrirlos me encontré acurrucado de nuevo en la oscuridad, abrazado a mi madre y a mi hermano en un escalón del rellano.

Supe que era ella porque una de sus ásperas manos de pianista que olía a lejía y a madre me acariciaba la mejilla. Lloraba en silencio. No la veía ni la escuchaba, pero notaba sus lágrimas humedeciendo mi frente. Ahora sé que lloraba por nosotros.

Llamas vacilantes surgieron de la oscuridad. La mayoría de los vecinos nos encontrábamos en el improvisado refugio, tan pálidos y desencajados como nosotros. Fueron necesarias cinco cerillas para que el pulso de mi madre fuera capaz de prender el cabo de vela que siempre guardaba en el bolsillo de la bata.

Pasamos allí la noche, sin atrevernos a volver a nuestros maltrechos pisos ni salir a la calle. Aterrorizados. Casi todos éramos niños, mujeres y ancianos. Sin hablar. En silencio. Sin música de fondo. Escuchando los gritos desgarradores de la Valencianeta por encima de las sirenas que anunciaban otros bombardeos. Sin banda sonora.

Mi madre perdió el piano y objetos de valor sentimental; la radio, la gramola y todos los discos. Tardamos años en volver a escuchar música. Estrella se meó y cagó de miedo en la puerta de la escalera, y sobrevivió a la guerra. Mi padre pudo esconderse en un refugio y regresó sano y salvo a la mañana siguiente.

Durante el resto de nuestras vidas, mi hermano y yo recordamos al Quimet. En algunos momentos incluso creímos que se trataba de un error, que fue otro Quimet y no el hijo de la Valencianeta el que murió sepultado en su casa, que en realidad seguía vivo por ahí. “Ese muchacho del metro cómo se parecía a él, o ese señor con bigote, ¿verdad, Albertito? Si el Quimet tuviera su edad, sería así…”.

El Quimet se nos clavó en el alma como aquella bomba en la cocina de su casa. Aquella bomba nos agujereó el corazón y nos arrebató la infancia. Ya nada fue como antes, el resto fue el después.

Ahora que me estoy muriendo, me pregunto cuál será la diferencia. Si cambiará el hecho de morir en paz, anciano, en tu cama, en tu hogar, acompañado de tus seres queridos, asumiendo tu finitud, con los cinco sentidos alerta esperando cruzar el umbral. Aguardando algo, o no. Con la única preocupación de si tu hija o tu nieto te recordará como un ser humano bondadoso. Y a la vez, esperando que no te lloren demasiado, que no se desesperen, que no se asusten ni se entristezcan por tu ausencia, porque tú, que ya intuyes lo que es la muerte, sabes que estarás bien. Siempre con ellos.

Ahora que me estoy muriendo me pregunto cual será la diferencia entre morir de viejo y entre morir joven, súbita y violentamente, o lenta y dolorosamente. Solo. O rodeado de extraños. Con la vida a medio hacer como una labor de punto. Estar respirando y de repente que te invada la oscuridad, la nada, el vacío. Habiendo dado por sentado, como cada uno de los habitantes que moramos en este planeta, que morirías de viejo. Sentirte despojado de tus seres queridos, arrancado de todo aquello que te resulta familiar, acogedor y placentero. Perdido. Sin poder encontrar el camino de vuelta a casa, esa casa que simboliza tu bienestar, la paz, el amor.

Cual será la diferencia.

Sin embargo, soy afortundado. Tengo la mano de Laura estrujando la mía, con la esperanza de que le devuelva el apretón, pero ella sólo toca un pedazo de carne inerte que ya apenas le queda un aliento de vida. Se inclina sobre mí, me acaricia y besa la frente y me la humedece con sus lágrimas, tal y como hizo mi madre años atrás, en el rellano de la escalera. Susurra un te quiero tanto… Murmura una pregunta casi inaudible: “¿He sido una buena hija?”, creyendo que no puedo escucharla. Y yo me muero de ganas por preguntarle si he sido un buen padre.

Su mundo quedará agrietado y destruido como el barrio de mi infancia. Ahora ya sabe que las cosas terribles también pueden sucederle a ella. Estoy seguro de que en estos instantes tampoco escucha ninguna melodía. Sólo el silencio invade sus oídos. El silencio y la máquina que respira en mi lugar.

Querrá parar el mundo por mi ausencia, se quedará suspendida en el tiempo durante una temporada, pero luego se sorprenderá al advertir que el mundo sigue girando, con o sin mí, con o sin tristeza.

Ahora no sabe que un día al despertar recordará que tuvo un padre, y estaré tan lejos que le parecerá mentira mi existencia. Le parecerá que nunca estuve con ella, que fui un sueño, un espejismo. Pero eso es bueno, ese día mirará hacia delante, volverá a sonar la música y su vida tendrá de nuevo una banda sonora.

Barcelona, 5 de marzo, 2003


Para mí no hay relato sin música de fondo, así que os dejo el Adagio de violines de Samuel Barber.

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domingo, 17 de noviembre de 2013

Pesadilla antes de pre-navidad



Ahora estamos en fechas en las que nos llueven los catálogos de juguetes. Menos mal que en Barcelona empieza a hacer frío porque la prematura decoración navideña no acompañaba a la climatología. Los comercios cada año engalanan antes los escaparates y el frío, cada año viene más tarde. La visión de los polvorones en el mercadona cuando lo que en realidad quieres es zamparte un helado, provoca empacho. Hemos tenido un verano de seis meses que por un lado tiene sus ventajas: amortizas la ropa de verano de los niños hasta que se les cae a jirones, la desventaja es que las niñas de casi cuatro años llamadas Ángela crecen de manera alarmante pero la ropa y los harapos no.
 Llegados al punto que en vez de camisetas llevaba tops empecé a rezar para que hiciera un poco de rasca para sacar las sudaderas de manga larga cinco tallas más grande que el año pasado, tan sabiamente le compré en las rebajas. Dios mío, si esta niña no ha tomado en su vida leche de crecimiento.
Cuando ya estaba al borde de la desesperación a punto de meter a la niña en la secadora a ver si así encogía un poco, la vida me sorprendió de nuevo con el anuncio del gordo de navidad.
No me va a tocar, seguro, pero sospecho su emisión ha corregido los quince centímetros del eje terrestre que el terremoto de Japón desplazó. Barcelona ya no está donde las Canarias y por fin ha llegado el frío y la navidad. To junto.
¿Pero dónde estará el calvo? ¿Por qué no contratan a Vin Diesel que todavía está de buen ver?

A lo que iba. Que mi hermana tenía muchas ganas de "niña" para desquitarse de tantos reyes de spidermanes, pokemons y playmobils para poder pedir muñecas y demás accesorios y juguetes sexistas. Y sí, "tenemos" niña pero la niña se salta a la torera las paginas de los nenucos y demás. Esto no, que es para niñas. El otro día pidió una monster high pero luego cambió de opinión, es que me dan miedo. A mi también me dan miedo por muchos motivos, mucha pasta para tan poco plástico. De proporciones más  imposibles que la Barbie que ya es decir. Esas muñecas están seriamente necesitadas de un par de potajes.
Mi hijo pide un Furby, que me cuesta más de un trimestre de pensión completa de las gatas. Jolines Gabriel pero si ya tienes a la Lluna que es peluda y también hace ruiditos raros. Sé exactamente lo que pasará con el Furby, que se quedará muerto de risa en una estantería, así que es una decisión que los reyes magos todavía tienen que meditar seriamente. Lo peor a todo esto es que Ángela por imitación pide otro y yo soy la repipí madre que alardea con que mis hijos nunca tendrán dos cosas iguales para que no tengan celos. Y eso de nunca hasta James Bond lo tenía claro. Mis hijos tienen dos nintendo ds, por accidente pero las tienen. Así que hemos negociado un Pocoyó para dormir al que se le ilumina la carita y de paso a ver si nos quitamos de la zarrapastrosa de la vaca de cuya presencia sospecho sólo nos libraremos contratando a un asesino a sueldo. Gabriel menos mal que se ha aprendido la cantinela nooooo dos cosas iguales nooooo Ángela que así tendremos más juguetes.
Así que nos queda todo el universo Pokemon y tortuga ninja para pedir. Y coches y más coches. En fin, lo de siempre, con lo bonicos que son los nenucos me voy a pedir uno para mí.





martes, 12 de noviembre de 2013

Mitos y "perlas" sobre la educación I



-Pues conmigo se portan fenomenal: seguro que más de un@ adivina de que labios proviene esta frase. De una abuela. Tiene fácil explicación, mis suegros por ejemplo están estudiando seriamente convertirse en villanos y al igual que Gru, robar la luna y regalársela a mis hijos. Mi madre le decía exactamente la misma frase a mi hermana con respecto a sus hijos. Añadía un es que entras por la puerta y se alborotan. Doy fe que era verdad, que en casa de mi madre eran un par de angelitos.
Pero claro, he visto a mi madre de rodillas jugando con mis sobrinos, cosa que ni en el mejor de mis sueños sucedió en mi infancia. Pero ¿tú no tenías artrosis? Ahora vivo un deja vu con mi suegra. Tiene fibromialgia pero se tira al suelo como un soldado en plena instrucción. Eso sí, luego se iba/va levantando del suelo por fascículos y se iba/va recolocando como los zombies de Michael Jackson.

-Mi hijo come con la tele puesta: Me lo comenta una amiga, en un ataque de desesperación, casi en secreto de confesión no vaya a aparecer la Supernany y le lea la cartilla. Pues los míos  también¿y? Yo siempre he comido con la tele puesta. Igual es pernicioso para la comunicación familiar, pero yo siempre les digo a mis hijos que cuando se come, no se habla. Entonces ¿qué más dará que miren la tele? Además la tele es el chantaje ideal para niños inapetentes. Que iba a ser de ese como no comas te quito la tele. ¿Es pedagógico? No. Pero funciona. A veces. Y es muy aburrido comer sin hacer nada. Ahora por eso, si tengo que escoger entre las noticias o los Pokemon casi prefiero los segundos. Evolucionan más que el gobierno porque de Franco al PP no hemos avanzado nada. Por cierto y cambiando radicalmente de tema: no soy la única que  se ha percatado del parecido entre Fátima Bañez, ministra de trabajo, y Millán de martes y trece.



-Mi niño  _____ peor que nadie. Mi amiga se ha apuntado a una escuela de padres en la guardería, dice que sólo van cuatro pringa@s y que los hijos de es@s cuatr@, a juzgar por lo que cuentan, son unos angelitos, se portan fenomenal (y si se portan tan bien, me pregunto ¿para qué asisten a una escuela de padres?), el suyo es el único que con casi tres años va a su bola (que va a su bola con ella, porque con los abuelos y en la guarde se porta fenomenal).
 En la guardería le explican la importancia que sea "autónomo"que además de sonar a trabajador por cuenta propia tiene la misma connotación. Toca aprender a vestirse solos, a comer solos, a comer sólido. Y cuando están preparados es fantástico, nada mejor que fomentar la autonomía de los niños. Pero si tu hij@ de dos años (o de tres) se quita la camiseta como Houdini la camisa de fuerza es que NO ESTÁ PREPARADO.  No tengo ni idea cuantas cuidadoras hay por niño, pero atender pongamos, a veinticinco niños que se meen, se caguen y no coman solos entre ¿dos? ¿tres adultos? debe ser una tarea agotadora, si yo con dos que se llevan dos años y cuatro meses he sudado tinta al vestirlos a los dos, ni me imagino como debe ser cambiar a veinticinco meoncetes. En las guarderías ya van abriendo camino para cuando empiecen el colegio. Porque toca, insisto. Algunos están preparados, van al colegio de buen grado cada día, hasta protestan como mi hija porque el fin de semana no hay cole. El otro día se fueron de excursión a la montaña y mi hija tan contenta, con su mochilita a la espalda abriendo la fila, Blancanives con unos veinte enanitos detrás porque les saca una cabeza a la mayoría. Mi hija es de enero (y alta). Una madre de un niño de diciembre me comentaba sin saber si reír o llorar si es que el pobre no sabe ni a donde va. Qué me vas a contar, le contesté, que yo ya pasé lo mío con el mayor que es de septiembre y cada vez que se iba de excursión me entraba complejo de madre de Marco adiós mamáaa, te echaré de menos...
Resumiendo, el que no tiene una col, tiene una cebolla, niños de manual sólo existen eso, en los manuales.

-A partir de los dos años tienen que comer de todo y masticar: 
Sigue mi amiga, angustiada, cagándose en Edipo y en Carlos González, claro todo el día el niño en brazos, pegado a la teta, colechando, sin dejarlo llorar y ahora hace lo que le da la gana, una hora tarda en comerse una tortilla porque en la guardería me dicen que tiene que comer sólido y masticar y a este sólo le gustan los boquerones... ¿y en la guarde? ¿cómo come en la guarde? Pues mira hay un día a la semana que meriendan bocadillo y me escriben en la agenda que se lo come, pero yo, no me lo creo.
Sinceramente, yo tampoco.
El pescado azul es sanísimo, ya sabes.
Bueno no le he comentado lo de Mi niño no me come de Carlos González porque se va a pensar que me llevo comisión, además, a mi Carlos González me despierta sentimientos contradictorios, un simpatía-odio.  Así que intento quitarle hierro al asunto, le comento que Gabriel con tres años se declaró en huelga de hambre, que lo de comer sólido era más bien utópico y que había semanas que subsistía a base de petits suisse, que ni Ángela se come un bocadillo y eso que esta es de buen comer y que si le sirve de consuelo. MADRES DEL MUNDO, existe esperanza para los niños inapetentes y tocapelotas, mi pequeño Gandhi por fin ha visto la luz y hasta saborea un plato de lentejas con un mmmmmm. Me pide que le ponga fruta en el tupper para desayunar en el recreo. Como sigamos a este ritmo lo van a contratar para el papel de Piraña en un remake de verano azul. Dios existe y Carlos González, en el fondo tenía razón, no vale la pena pelearse para que coman de todo, un día de repente, crecen, se les van los eternos mocos invernales y empiezan a comer casi de todo.


En las escuelas se respetan los ritmos de los niños: es el mismo discurso que se inventan en los colegios cuando vas a las desesperantes e inacabables charlas para decidirte por uno.
 Es que no sabe coger el lápiz le reprochó la profesora a mi hermana del menor de sus hijos nacido en diciembre, y mi hermana le replicó que para eso venía al cole, para aprender a cogerlo. El que respeten el ritmo del niño más que de la escuela depende del profesor que tenga.

Cualquier consejo en labios de un profesional infantil es sagrado (pediatras, profesores, psicólogos infantiles, etc): una pena porque sobre todo las novatas al principio de nuestra maternidad, depositamos una fe ciega en los consejos que provienen de personas con titulación (o a veces sin, véase las doulas que encima cobran un pastón), sin conocer la experiencia vital de estas personas.
 Tener o no tener hijos influye muchísimo en tu manera de ver la vida y la educación de propios y ajenos, no es mejor ni peor, es  diferente. Al igual que si has dado la teta, el biberón, has colechado o has estivillizado al niño. No hay una fórmula mágica, cada uno educa y aplica aquello que mejor le va, tenga el graduado escolar o una cátedra. 
Soy más esplícita, que Tom Cruise profese la cienciología esa de las narices no altera mi opinión de su calidad como actor (una mierda) sin embargo, el saber que el logopeda de tu hij@ cree fervientemente en el fin del mundo (sé de uno que lo cree ) hace que pierda toda la credibilidad como profesional, es decir, si te dice que el niño no pronuncia la "rr" correctamente por merendar croissants de chocolate en vez de bocadillos de chorizo, lo mandarás poco lejos a hacerle compañía a Nostradamus. Si por el contrario desconoces esa secreta faceta de su vida saldrás del logopeda llorando, con un infinito sentimiento de culpa y de mala madre por no haber sido más estricta con tu hij@ a la hora de obligarle a merendarse los bocadillos de chorizo. Hay que alejarse de todo tipo de profesionales y de personas que nos hagan sentir culpables, y sí, eso incluye a la propia madre/suegra que se tira por el suelo. Como la distancia física no siempre es posible lo mejor es practicar la catatónia.
Se admiten más mitos.






viernes, 25 de octubre de 2013

Los viernes dando la nota: Brave (Indomable)





Mi pequeña Khalessi se ha ido de excursión a la montaña con el colegio y la hecho un montón de menos. Es una de sus peliculas favoritas y la primera que vio en la gran pantalla con sólo dos añitos y medio.  Mi princesita asilvestrada te quiero más que a mi vida.

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jueves, 24 de octubre de 2013

Cinefobia

Tengo trastorno de deficit de atención peliculero. No puedo. La última película que he visto en casa (dejando a parte Gru 2) es la última de James Bond, animada por el protagonista (más quisiera, animada por mi marido que me dijo, venga tonta si a ti te pone este actor, por si acaso luego pillaba cacho) que si vale, confieso me pone un poquito pero la idea de descansar mi cabeza en la almohada ocho horas aún me pone más.

La película me entretuvo, es decir, no me quedé dormida y la vimos en dos veces. Argumento para tontos y madres agotadas. Soy incapaz, no puedo aguantar una película entera, parezco mi madre, me cuesta una barbaridad centrarme y seguir el hilo si la trama argumental se complica. Pero ¿estos que son? ¿los buenos o los malos? Preguntaba mi pobre madre cuando veía la mítica serie V intentando no hacerse la picha un lío con tanto lagarto con piel de humano.

Si hasta me he llegado a quedar dormida con la serie The Walking dead aunque mi marido dice que no es de extrañar, que los zombies cada día corren menos y que más que una serie de terror parece la casa de la pradera con tanto diálogo sentimentaloide.
Es acoplarme en el sofá delante de la tele y no lo puedo evitar, empiezo a pensar en la interminable lista de tareas del día siguiente,  lo que tengo que comprar, o en limpiar los cristales que en realidad no están sucios, es decoración típica de Halloween. A ver si con el poder de mi mente desarrollo poderes telequinéticos como Carrie y un día se limpian solos.
Es una pérdida de tiempo pensar en todas estas cosas, lo sé, porque me agota sólo pensarlo y así no hay manera de recuperar el amor al séptimo arte.
Lo que sí he perfeccionado es la capacidad de hablar en sueños. Me explico, hace unos años era un acto involuntario que sobresaltaba a mi hermana primero, y años después a mi marido. Según mi familia era capaz de mantener una conversación en sueños y sin enterarme (y de proferir alaridos muy de terror también y algún episodio de sonambulismo). Ahora si me quedo dormida soy capaz de mantener una conversación coherente y  comentar la película. Soy tan convincente que mi marido muchas veces ni se da cuenta que estoy en el séptimo sueño.
He comentado en mi entorno femenino matriarcal y al parecer no soy la única con estos superpoderes, a la mayoría sus maridos no paran de insistirles ¿estás dormida? ¿estás dormida? Jolines con lo agustito que está una en esos momentos, pero qué más les dará a ellos que estemos dormidas.
Luego me acusan de mal despertar. No sé si alguien ha visto a Kathy Bates en Misery, pues yo soy capaz de cosas peores si alguien mayor de seis años me interrumpe el sueño.

lunes, 21 de octubre de 2013

Premio Planeta 2013

Como lectora empedernida que soy no me he podido resistir a comentar la noticia. Llevaba días que entre la falta de tiempo y de ganas se me empolva el blog. Pero a mi que me den carrete y encima polémico pufff, me falta tiempo. Que ilusión tan grande, desde el supertongazo de Seguimos Siendo las mismas que no empezaba una post con tanto entusiasmo.
 La Sinde es finalista del premio Planeta. Ese premio que siempre se llevan, por supuesto, escritores consagrados  por mucho que el señor Lara diga lo contrario. Sólo hay que echarle un vistazo a la relación de ganadores en la Wikipedia para advertir que en su mayoría no eran escritores noveles en el momento de ser premiados.
No voy a poner en tela de juicio la calidad de los autores ganadores de los premios Planeta, yo no soy crítica literaria, soy una humilde lectora. Me gusta Ángeles Caso, Lucía Etxebarría, Espido Freire (de las pocas que no conocía ni su madre cuando ganó y justamente premiada) y Carmen Posadas.
Pero reconozcamos que la mayoría relacionamos premios planeta = libro rollo.  Y para rematar en "mi tierra" es decir, Catalunya, muchos relacionamos los premios planeta con los libros que regalaba de Caixa de Catalunya el día de San Jordi. Esos libros que se quedaban criando polvo en las estanterías de casa y que NADIE se leía. Tanto rollo con la piratería y resulta que los tienen que regalar. El libro de la señora Sinde ni siquiera correrá la misma suerte, directamente irá a parar a la papelera de reciclaje, y gratis, por supuesto.
Una pena porque los finalistas del planeta no sé por qué, suelen ser mejores que los ganadores.
  Y con respecto a la ganadora de este año, Clara Sánchez, así de simple, no me gusta, ya se sabe que los gustos como los culos, cada uno tiene el suyo. Me he leído Lo que esconde tu nombre y Entra en mi vida, ambos me parecieron flojos e insustanciales.
Pero lo de Ángeles González Sinde es carnaza fácil para l@s bloguer@s. Si esta buena mujer hubiera nacido en la Edad Medía se llevaría unos cuantos tomatazos y lechugazos.
Vamos no me pienso tomar ni tomarme la molestia de descargármelo gratis.

viernes, 18 de octubre de 2013

Viernes dando la nota: un poco de magia


Mi hijo insiste que su hermana estaba con él en mi barriga, que el salió antes y ella se quedó más tiempo (como dos años y cuatro meses, un embarazo de elefanta vamos). Me hace mucha gracia porque Ángela nació a los tres años clavados de ser engendrado su hermano.
A veces cuando me quito la capa de escepticismo y me pongo la de mago Merlín pienso que quizás, quien sabe, Ángela aguardó su momento tres años más tarde.
No es la primera vez que insiste que no estaba solo en mi barriga, probablemente en alguna ocasión me haya escuchado explicar que fueron dos embriones los que me pusieron y que se quedó él, y Gabriel que siempre va con la parabólica de incógnito, se haya quedado con la copla.
Últimamente me siento un poco como la madre de Tu mentira más dulce. Intento hacer de su concepción un relato mágico. Le explico que su padre y yo queríamos tener un bebé pero que por más que lo buscábamos, no venía.  ¿Y dónde estaba? ¿Estaba escondido?
Más o menos.
Así que sigo endulzando el relato, le digo que un médico que en realidad era un mago con una bata blanca, cogió una pizquita de mamá y otra de papá, lo mezcló en un vasito y salió él, más pequeño que un granito de arroz y que luego, me lo metió en la barriga hasta que se convirtió en un bebé.

¡Ah es verdad! ¡Yo me acuerdo del ruido!¿Ruido? ¿Qué ruido? Siiiii el de la cucharilla al mezclarlo. 
Me río a carcajadas, ahora entiendo porque a mi niño le gusta tanto el cola-cao, a mi pequeña gominola le echaron una pizquita en la probeta, por eso huele y sabe a vainilla y a azúcar.
Bueno y luego, le he contado la versión oficial de como se fabrican los niños, no vaya a ser que se le cachodeen los amigos. Muy de ciencias naturales, no sé si lo habrá captado pero bueno, convencido se ha quedado...
Os dejo con Merlin´s hat de Caroline Dale.
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viernes, 4 de octubre de 2013

Viernes dando la nota: Gold de The swell season

Pues hoy os subo la canción de Gold del grupo The Swell Season. Forma parte de la banda sonora de la película Once que ganó un Oscar por mejor canción (Falling Slowly). La película es preciosa y la banda sonora aún más, la vimos hace unos años en el Plus sin esperar gran cosa y mi marido nos quedamos enganchados al argumento y por supuesto, a la banda sonora.
Digna de escuchar.
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miércoles, 2 de octubre de 2013

Deberes si deberes no


Es la eterna pregunta de los padres de los escolares. Mi hijo acaba de empezar primero de primaria y ayer fui a la reunión para que nos explicaran que conocimientos tenían que adquirir a lo largo de este curso y que tres veces por semana se llevarían deberes a casa.

Con lo cual abro la veda a un tema que se debe estar debatiendo desde hace más de un siglo: deberes.
En el cole de mis hijos (y en toda Catalunya imagino) los llaman feinetas (trabajitos para que me comprenda el resto de la península e islas), suena un poco Toni Soprano, lo sé.
Los deberes son un mal Karma al que estamos condenados a sufrir dos veces o incluso tres a lo largo de nuestra vida si llegamos abuelos, la demencia aún no nos ha atacado y nos toca medio críar a los nietos por culpa de la crisis porque los padres se están deslomando a trabajar no para darse unas vacaciones de lujo o comprarse un mercedes sino para pagar la factura de luz.
Si tenemos en cuenta que desde los seis años hasta los aproximadamente dieciséis años (mínimo) estamos escolarizados y con feinetas  para cuando empezamos a trabajar en una empresa con un salario casi nos sabe a gloria hacer horas extras.
¿O no?
Dicen que los deberes son para reforzar lo aprendido en la escuela, para crear un hábito de estudio y de trabajo y yo soy la primera en estar de acuerdo que son necesario pero en su justa medida. Ahora mismo sé que las tareas que les van a enviar son mínimas. Pero luego, conforme pasan los años les mandan más deberes y hablo por propia experiencia, si sumamos los exámenes ¿cuánto tiempo les queda libre? ¿No se supone que el hábito de estudio lo han adquirido?
El año pasado en un refugio de montaña vi a una pareja con dos hijos de unos doce años haciendo los deberes y es la tónica general. Los trabajadores tienen libres al menos un día a la semana, muchos un fin de semana. A los escolares les damos tareas los fines de semana y durante las vacaciones de verano les mandamos tareas para que no se olviden. Sí, ya sabemos que son largas pero también son largas para los profesores y ellos no se llevan nada en los meses de verano para no olvidarse.
En fin prefiero no pensar más y que mi hijo pase por el aro como lo hemos hecho todos. ¿Acaso no se trata de eso? ¿De hacer las cosas de la misma manera y porque toca? No importa que nuestros hijos vivan en el s XXI, aprenden las mismas cosas que aprendimos nosotros y a la vez nuestros padres (o algunos de nuestros padres).
 No recuerdo cuando se da una raíz cuadrada, sobre tercero o cuarto pero, yo la aprendí en su momento, fui una buena estudiante en la EGB, de las que hacían los deberes sin que mi madre tuviera que decirme nada, responsable. No recuerdo como se hace una raíz cuadrada. No me ha hecho falta jamás en la vida hacer una para nada y cuando a mi hijo le toque aprenderlas si no la caza al vuelo ese día le va tocar a mi marido refrescar la memoria porque yo estoy pez.
Dan cuatro horas por semana matemáticas y lengua, dos de música y dos de inglés. ¿Por qué las mates son más importantes que la música? En caso de necesidad resolver una raíz cuadrada no le ha salvado la vida a nadie (y si lo ha hecho que me lo cuente estoy impaciente) pero en los tiempos que vivimos seguro que más de un@ se ha planteado sacarse un sobresueldo tocando la guitarra en el metro.
Sin mencionar el inglés y el pésimo nivel que tenemos en España.
En fin...


lunes, 30 de septiembre de 2013

Tengo una Khalessi

El otro día en el FB vi esta foto:
Voy a tener que hacerme con una para Ángela.
Supongo que sois much@s los que teneis una pequeña Khaleesi en casa. Para los que no sigais la serie Juego de Tronos informo que Khalessi es una princesa guerrera con muy mala gaita y cabezota como ella sóla empecinada en reconquistar los reinos que le arrebataron a su familia asesinada.
Pues bien yo tengo una pequeña Khaleessi y aunque a veces me saca de mis casillas, la verdad es que me alegro. Es una niña con carácter y se convertirá en una mujer con un buen par que no se dejará pisar por nadie. El otro día mi hijo me dijo que se iba a disfrazar de Dracula para Halloween y le pregunté a mi hija si se iba a disfrazar de princesa. No mami yo no zoy una princeza yo me voy a dizfrazar de calabaza. Pues supongo que si me Ángela hubiera sido amante de las muñecas, de las Barbies,  del color rosa y de  las princesas pastelosas la querríamos igual (y ojo, soy conciente que el universo Barbie ataca a traición de la noche a la mañana)  desde que le he cortado el pelo (melenita por la nuca para que no regresen los aliens) no se deja poner pasadores ni nada en el pelo no mama que se van a reir de mi los niños. Es muy Mérida también.

Aunque mi niña es muy femenina llevamos un look cómodo, las bambas de su hermano que son las de no llorar (se lo dije el segundo día de ir al cole para que no llorase, como él lloró tanto con ellas puestas tenía la esperanza que se le hubieran terminado, pues ha funcionado) y como hace tanto calor pantalones cortitos tipo mallas y camiseta que además para estar cómoda le va genial.
Salvo la llorera del primer día nuestra Khaleesi se ha adaptado estupendamente al cole. Las madres cuyos hijos no lloraron ese día -claaaaro como no ha ido a la guardería- se han tenido que comer sus palabras, muchos  SI han ido a la guardería y han llorado el primer día, el segundo y el tercero y siguen y suman.  La mía entra feliz, no mira atrás después de darme el beso de despedida y me cuenta que han hecho cada día y que tiene una amiga que se llama Lia, otra Naiara, otro Simón, una Angelina que hace honor a su nombre porque es la mitad de grande que Ángela, un Mateo y nuestro vecinito Aidan se sienta a su lado. Después del voto de silencio de Gabriel durante los dos primeros años de preescolar -¿qué has hecho en el cole? nada- me sabe a gloria.
Ahora sólo espero que mi pequeña princesa Khaleesi el día que se enfade no saque los dragones de la mochila y le chamusque el pelo a la profesora.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Asunta

No suelo escribir sobre este tipo de sucesos pero como a la mayoría de ciudadanos de este país la noticia nos ha conmocionado.
Aunque mi reflexión viene por derroteros que muchos ya habrán pensado. No voy a hablar de la presunción de inocencia de sus padres porque todavía no han ido a juicio. Pienso tristemente alguien no hizo bien su trabajo, alguien expendió un certificado de idoneidad de adopción a una pareja que presuntamente doce años después, asesinaría a su hija por el móvil más antiguo del mundo, el dinero (o codicia cuando el dinero no existía).
Ya había sucedido en el caso de Alba.  Alguien (muchos diría yo) miraron hacia otro lado y pasaron por alto que era una niña maltratada. O César asesinado por su madre que consiguió engañar a los abuelos de la criatura pero también consiguió burlar al sistema entero que no echó de menos la escolarización de un niño durante dos años.
O la espeluznante noticia de la supina INCOMPETENCIA del ayuntamiento de Castelldans cuyo departamento de Benestar Social confió la custodia temporal de decenas de niños en acogida a un pederasta durante casi quince años. Quince años. 
Sé que no es lo común,  que afortunadamente existen personas responsables que hacen bien su trabajo y que velan por el bienestar de niños desamparados pero, cuando también lees titulares como este Uno de cada siete niños adoptados o en acogida es devuelto se me encienden las tripas y pienso que algo no funciona bien. Un sólo niño devuelto a una institución es un ERROR por parte de un TRABAJADOR que confió la vida de uun niño a un adulto incapaz de ser padre adoptivo o de acogida. Un error que provoca un daño irreparable y en el caso de Asunta un error que pagó con su vida porque alguien la puso en manos de sus presuntos verdugos. Con dinero la adoptaron, con dinero seguramente deslumbraron a quienes los evaluaban para declarar su aptitud de padres adoptivos y por dinero, supuestamente la han asesinado.
Ahora sacaré mi bola de cristal y leeré el futuro de esta pareja. Pasarán un par de años de prisión preventiva a espera de juicio, los defenderán los mejores abogados, encontrarán algún error de forma y si no salen libres cumplirán una condena ridícula.  Por supuesto, por falta de herederos ellos cobrarán la herencia por la cual presuntamente han matado a su hija adoptiva. Porque nadie luchará por Asunta y pedirá justicia por ella.
Aunque todo cobra sentido, si Asunta que era una niña modélica, inteligente y al parecer cero conflictiva ha acabado asesinada no es de extrañar que tantos niños, menos inteligentes, más problemáticos sean devueltos por unos progenitores que pensaron que esto de adoptar y criar un niño era como adoptar un gato.
Exijo que se abra una investigación a las personas que realizaron mal su labor y si es necesario sean destituidas de su puesto de trabajo porque hasta las negligencias médicas están castigadas por la ley.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Viernes dando la nota :Queen - One year of love


El domigo hará 12 años que me casé, así que este post se lo dedico a mi marido. He pensando en muchas canciones porque UNA canción lo que se dice una no tenemos. Tenemos muchas. Así que me he decantado por One year of love de Queen porque es una de las canciones más bonitas y románticas que se han compuesto. Porque aunque son doce años de casados hace casi veintiuno que nos conocemos, media vida juntos. Te quiero vida mía!!
Para participar haz click aquí

jueves, 26 de septiembre de 2013

Pesadilla en la península

La política en España funciona como los restaurantes de Chicote en Pesadilla en la cocina. Para ser político no hace falta tener estudios y para abrir un restaurante no hace falta ser ni hostelero ni cocinero, luego pasa lo que pasa, que tiene que ir Chicote a enseñarles a llevar un negocio en condiciones y a sacarles las castañas del fuego.
Necesitamos un Chicote que aconseje al presidente de este país y a sus compinches como sacarnos de la ruina sin que esta gentuza decida hacer caldo con nuestros huesos porque es lo único que nos han dejado.  Porque la Merkel en su pésimo papel de usurera lo único que hace es chupar más tuétano en vez de amenazar a Rajoy con partirle las piernas.
Nuestra cocina está llena de mierda, hasta arriba, como las que salen en los restaurantes (que por cierto y aprovechando el post igual lo he preguntado ya en otra ocasión ¿qué coño hace el departamento de sanidad? ¿cómo se les puede pasar por alto tanta porquería en tantos restaurantes?¿han pluriempleado a un trabajador de la ONCE para las inspecciones?)
Hay muchos españoles que a estas alturas del guión siguen firmemente convencidos que este pais se ha hundido por culpa de los despilfarros cometidos por sus ciudadanos, cacos disfrazados de jubilados que se llenaban los bolsillos de medicamentos. O por sus no-ciudadanos, los inmigrantes, sean con o sin papeles. Me he cansado de la cantinela contradictoria de siempre, los inmigrantes nos roban los puestos de trabajo o por el contrario, los inmigrantes viven de las ayudas del estado. ¿En qué quedamos? ¿Trabajan o viven del cuento?
También había otra cantinela que los "moros" llevan cochazos de lujo. Pues permitidme decir que vivo justo al lado de una mezquita prefabricada y los viernes se llena de coches. Aún no he visto ninguna limusina aparcada, ni BMW. He visto muchas furgonetas, eso sí, y bastante destartaladas por cierto. 
Ahora también escucho otra canción: no tienen para comer pero tienen un i-phone. ¿Seguro que serán i-phones? ¿Seguro que no tienen para comer? Es decir, por poner un ejemplo, ves a un latinoamericano por la calle con un movil en la mano wasapeando o lo que sea y, te paras y le preguntas si su móvil es un iphone y además le preguntas si recibe una prestación social.
Y claro si todo esto me lo cuente un PPero anciano aún puedo apelar a las muerte súbita de neuronas y al baúl de los recuerdos por aquello de cualquier tiempo pasado nos parece mejor. Pero cuando este tipo de argumentos son esgrimidos por personas relativamente jóvenes y con un nivel cultural medio, se me pone la piel de gallina.
A ver si nos enteramos. Este país se ha ido a la mierda porque la caja resgistradora del restaurante la ha saqueado el encargado y sus amigotes.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Viernes dando la nota: Numb de Linkin park

El domingo mi hijo cumple seis añazos así que le voy a dedicar la entrada los viernes dando la nota.
Cuando mi hijo sólo era un proyecto, mi marido y yo hicimos una escapada a Zaragoza  y a la vuelta   puso los dos primeros álbumes de Linkin Park, Hybrid Theory y Meteora. Antes de cerrar los ojos y quedarme frita pensé pero que horror como grita el cantante. Pero para cuando desperté Linkin Park se había quedado para los restos como banda sonora de nuestras vidas y de la de mi hijo.
No concebimos a nuestro hijo en aquel viaje. Ojalá (o no) hubiera sido tan fácil. Sin embargo siempre que recuerdo aquel viaje pienso que  mi hijo empezó a formar parte de este mundo.
Cuando estaba embarazada de siete meses Linkin sacó su tercer album, Minutes to midnight. Me encanta Linkin, es un grupo que nunca me canso de escuchar. Con este album me pasó algo difícil de explicar, la primera vez que lo escuché me provocó una mezcla de deja vu y de mensaje subliminal, por un lado la sensación de familiaridad como si no fuera la primera vez que escuchaba las canciones y la evocación de que algo, se me escapaba. Sensación que me sigue causando ahora.
A mi hijo le encantan y hace pocos días le tarareó a mi marido esta canción para que la pusiera en el coche y cantarla a voz en cuello con el inglés que usaba mi madre.
Te quiero niño de mi alma!!!

Viernes dando la nota es un carnaval de blogs en el que todos los blogs participantes dejamos una canción y entre todos hacemos del viernes un día lleno de música.
Si quieres participar, sólo tienes que subir a tu blog una entrada con una canción que te guste, que signifique algo especial para ti, que no puedas quitarte de la cabeza... y enlazarlo al Viernes dando la nota.
Recuerda viejas canciones, rememora momentos, conoce nuevos artistas... y sobre todo ¡ Baila, canta y diviértete !
Para participar haz click aqui

lunes, 16 de septiembre de 2013

El corazón partido...

El jueves pasado mi hija me partió el corazón en su primer día de colegio. Un hachazo directo.
No estoy acostumbrada a que Ángela me conmueva de este modo, el sentimental de la familia es Gabriel, con esos ojos grandes y profundos como lagos. Ese aire delicado y desvalido que afortunadamente ha ido disminuyendo con el paso del tiempo.
Ella tiene un semblante risueño, es resuelta y guerrera y si ha hecho falta ha salido en defensa de su hermano a pesar de ser la pequeña.
 No es que Ángela no llore, porque ella llora hasta zapatear cuando no se sale con la suya. No es yo sea una desalmada y no me de pena cuando llora porque se ha caído, porque tiene miedo o porque está malita.  Me pilló en bragas, vulgarmente dicho. Me desarmó no con sus lágrimas (que también), sino con sus gestos y sus palabras, porque mi hijo lloraba y no decía nada más, le desbordaba la pena poniéndo la misma canción del CD no quiero ir al coleeeee (el primer año de párvulos ni eso, lloraba y lloraba).
Pero Ángela entró en la clase y se fue poniendo cada vez más nerviosa no me gusta este cole quiero ir al cole de los grandes con el tete (porque ella se pensaba que se iría con su hermano y sus amig@s a pesar de haberle repetido hasta la saciedad que no los vería porque su hermano va al cole de los niños supergrandes), no me gustan estos niños hacen mucho ruído (aunque era ella la única que lloraba) y son pequeños (es que ella es de enero y encima muy espabilada), quiero irme a casa, vámonos a casa mami, no me gustan los coches, no me gustan las muñecas, no me gustan las galletas, no me gusta hacer filas de elefantes, este cole es aburrido y un rollo (abudido y un dollo). Y me tuve que ir, con el corazón del tamaño de una uva pasa...
Y luego la vi, en el patio, porque yo con Gabriel no me pasaba a las horas de recreo por aquello de ojos que no ven corazón que no siente, sentadita en el filo de madera del arenero que usan para jugar, y allí se quedo solita, ya sin llorar  y la vi tan tan pequeñita otra vez...

El viernes entró mejor, ya no lloró, le dijo a la profesora que yo espero a mi mami que vuelva cuando esta le dijo de jugar. Pero le pudieron las ganas y luego, cuando volví a pasar por el patio la vi jugando  con los demás niños con los cubos y las palas...
Y hoy ha ido muy bien, han llorado algunos niños que se acababan de percatar que esto de ir al cole iba a ser cada día.  Me he pasado a  la hora del patio y la he visto de lejos jugar con otros niños y luego, a la salida estaba hablando por los descosidos con una "amiga" de la cual se ha despedido.
Está contenta así que yo, feliz cual perdiz.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Viernes dando la nota: Santana

 Esta es una reedición de un post antiguo y como vuelve a sonar la canción en mi cabeza voy a aprovechar este viernes dando la nota.
La cruda realidad
Ante todo advierto como en los telediarios, que la entrada de hoy puede herir sensibilidades a bajos estados de ánimo.
Yo hice un pacto hace años, un pacto que la mayoría hemos hecho con más de una persona. Y hoy así a bote pronto lo he recordado. He recordado que una noche de verano filosofeando con mi hermano mayor en la terraza de casa, mirando las pocas estrellas del cielo, hicimos el pacto que quien muriera primero visitaría al otro.
No sé porque hicimos este pacto, es el tipo de pacto que haces con tu cónyugue, no con tu hermano mayor aunque te saque dieciocho años y presupongas que por ley de vida, morirá primero.
Tenía cincuenta años cuando tuvo tres paradas respiratorias consecutivas. La última estuvo "más tiempo" con el corazón parado y en urgencias lo reanimaron porque era una persona joven, si hubiera sido un anciano, lo hubieran dejado morir...
Pasó toda una noche intubado en la UCI, los médicos nos dijeron que había pocas probabilidades de que despertase y si lo hacía no sabian si habría daños irreversibles en el cerebro por la falta de oxigeno...
Contra todo pronóstico despertó, como si tal cosa. Terriblemente asustado eso sí, me confesó que no había nada al otro lado, no había visto un túnel, ni una luz blanca celestial, ni mis padres para recibirlo con los brazos abiertos. Nada, la insconsciencia absoluta, la nada.
Todo para nada porque no superó otra crisis semanas después.
Va para seis años que mi hermano murió, salvo algún incidente "extraño" que seguro tiene fácil explicación (o no), no se me ha aparecido para desvelarme los misterios de la muerte.
Sin embargo esta mañana me he despertado echándolo terriblemente de menos, con una famosa canción de Carlos Santana sonándome en la cabeza. Quizás es su manera de decirme siempre estará conmigo... Y me ha costado un horror escribir esta entrada pero ahora me siento como si me hubiera quitado un peso de encima.
Va para ti Toni!



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miércoles, 11 de septiembre de 2013

¿Y tú? ¿Qué clase de idiota eres?

Están siendo días intensos los que estoy viviendo, esto de ver a Ana Botella hablando inglés nivel Dora la Exploradora me ha hecho reflexionar sobre la estupidez  humana (idiotez o imbecilidad que más o menos, es lo mismo) y más habiendo consultado con la Wikipedia que la concejala de Madrid estudió primaria y secundaria en el colegio religioso Las madres irlandesas. A juzgar por el nivel de inglés adquirido, tenían de irlandesas lo que yo de monja.
Los colectivos en los que tengo que depositar algo, mi dinero, la educación y la salud de mi familia, me provocan muchísima desconfianza. Creo que es la principal causa por la que mis hijos no han asistido a la guardería. Preservarlos cuando más tarde mejor de posibles idiotas para que al menos, cuando ya asistan a la escuela, puedan verbalizar sus experiencias cada vez que se topen con un ejemplar de imbécil adulto.

Porque te puedes librar de algunos estúpidos, de un amigo idiota,  de un conocido, hasta de un cónyugue del que la estupidez se haya ido apoderando de su ser de manera gradual. Pero en determinados momentos de la vida no puedes deshacerte de ellos y no toca otro remedio que aguantarse. Si es un compañero de trabajo, o peor aún, tu jefe, estás perdido. Si es el médico que va a operarte de apendicitis la cosa pinta fatal, estás muerto. Si te ha tocado la desgracia de tenerlo como progenitor te vas a gastar una pasta en psicólogos. Si eres español, estás de enhorabuena, la cantidad de inteligentes por metro cuadrado es muy baja pero en contra, la de enchufados, muy elevada. Vas a tener que emigrar a otro país para ejercer las cuatro carreras universitarias.

También hay grados de idiotez, hay idiotas integrales como la mayoría de políticos de este país (en todos los partidos, aunque en el PP son como las cucarachas, muchos y resistentes). Otros son "parciales" como lo fue Mozart en su momento, un genio para la música y un auténtico fracaso en las demás áreas de la vida.
Lo peor de todo esto es que si unes estupidez y poder tienes un cocktail mortal. Las guerras empezaron porque dos idiotas poderosos no se pusieron de acuerdo y millones de imbéciles "de a pie" los secundaron y otros millones de imbéciles incrédulos pensaron que no podía ser y miraron hacia otro lado...

Ya lo dijo Bertrand Rusell: "El problema con el mundo es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes llenos de dudas."
Esta cita me va como anillo al dedo para rebajar el nivel de poderío y lo trasladarlo de nuevo al ámbito educativo y sanitario. Cojamos un profesional que se extralimite en sus funciones, un pediatra que además de diagnosticar enfermedades y administrar vacunas te recete "nestléayuditas" (leche de fórmula por si algún estúpido no me entiende) para establecer la lactancia materna. Por supuesto la lactancia directamente a tomar por culo. O que el niño empiece el colegio y la profesora de parvulario  comente que esto de colechar con el niño (te han preguntado en un cuestionario cómo y con quien duerme el niño y has sido del tipo imbécil-honesta) lo vais a solucionar en cuanto el niño se adapte (hecho real contado por una amiga, juro que no soy yo porque los míos duermen solitos, aunque con Ángela también me han pasado un cuestionario parecido y es otra escuela). O un psicólogo infantil achaque a algo patológico que el niño de dos años al que está examinando, muestre más interés por los cochecitos que por las construcciones de madera...
Tampoco se van a librar de está los imbéciles de la OMS, esos que han ido casas por casa y afirman que todas las mujeres pueden amamantar.
Conclusión: que la imbécilidad es gravemente perjudicial, no para el que la padece, sino para el que la soporta.
Que conste que yo tampoco me eximo. Yo soy una imbécil más del ámbito emocional, que todavía confía en el lado bueno de las personas. Una idiota que cada día intenta gritar menos a sus hijos y mejorar como madre para que no tengan que tarifarles horas a un psicólogo para arreglar lo que yo hice mal. Una imbécil que cambia de canal cada vez que aparecen imágenes de cadáveres en Siria. Que se sigue indignando ante las injusticias del mundo, divinas o humanas.
¿Y vosotr@s? ¿Que clase de idiota sois?

lunes, 9 de septiembre de 2013

Amigos de fatigas



Mi hijo Gabriel tiene tres amigos de sueño inseparables, Cucufante, León y Oso. Un alarde de imaginación al bautizarlos.
 Los tres son de Zara Home donde estuvo mi cuñada trabajando bastante tiempo. Cucufante llegó en su primer cumpleaños. Fueron inicios duros porque no le hacía ni puñetero caso pero los lazos de amistad acabaron por forjarse hasta volverse inseparables. Luego llegó León, es que es tan tan bonito con esa original melena. Y por último llegó Oso, al cual le costó más integrarse. Afortunadamente hubo unas vacaciones de por medio y como Oso era el menos “estimado”  decidimos sacarlo a ver mundo, por si se perdía, el trauma no fuera tan grande.  No sólo regresó sano y salvo (un poco más sucio porque se cayó en un charco, nada que no pueda arreglar un lavado), además consigió labrarse un lugar en el corazoncito de su dueño dejando a León con el síndrome del hijo mediano.
Como podéis observar en las fotos están en perfecto estado de conservación, y exceptuando un imperceptible zurcidito en una pata de Oso, parece que no hayan pasado casi cinco años de su llegada a esta casa (se llevan pocos meses entre ellos).
Ángela tiene a Vaca (otra que sigue los pasos del hermano) alias Mu. También la trajo la tía Vanessa, suministradora oficial de amigos peluchosos nocturnos. Esta vez del Imaginarium. El proceso fue parecido, ignorarla largo tiempo hasta que un día se volvieron inseparables. Lo malo es que Mu es vaca única a jornada completa y su experiencia vital es más intensa. Sus funciones también son de exterior: se ha rebozado en la acera innumerables veces  y le han pasado las ruedas del carrito por encima otras tantas, la hemos perdido en el Corte ingles y como tiene todo el amor del mundo a sus patas, se las he tenido que tunear dos veces, igual que el cuerno derecho que está injertado (con lo que me gusta a mi coser, supongo que captáis la ironía). Vamos que como en el matrimonio, para lo bueno y para lo malo, al ser su compañera de fatigas se ha llevado muchas indigestiones de su dueña con sus consiguientes tropezones y muuuuchas lavadoras, y así está la pobre:
 Hemos buscado sustitutos, un Timmy que también ha pasado lo suyo y aunque duerme con más peluches su vaca ocupa el lugar de honor, bien pegadita a su lado, no se vaya a escapar.
Me hace mucha ilusión guardar a los cuatro amigos pero me da a mi que la pobre Mu no va a sobrevivir a otra lavadora.

P.D: esta es una "redifusión" ya que algunos posts me los llevé de otro blog donde participaba. A fecha de hoy a la vaca se le ha caído, irremediablemente un cuerno y está a punto de perder las dos patas para siempre.