miércoles, 10 de octubre de 2012

Comestibles

El otro día haciendo meditación zen en cola del super mientras mis niños estaban en la zona infantil pasándoselo pipa, vi un pie diminuto, perfecto y rechoncho que incitaba al canibalismo, asomando de la sillita de bebés que tenía delante.
Pensé con nostalgia en lo deprisa que crecen... Ángela que de bebé le queda poquísimo, con sus dos años y nueve meses es toda una nenita que habla por los codos y lleva braguitas de la Minnie y de la Tarta de fresa. Y Gabriel es un niño hecho y aunque no derecho porque todavía llora que te llora para ir al cole, está plena etapa edípica y quiere casarse conmigo para hacerme espaguetis (es de agradecer) y puesto que somos marido y mujer aunque suene incestuoso, confieso que me aprovecho de mi condición de supuesta esposa para  sobetearlo a sus cinco años. Los dos todavía están en un edad en la se dejan achuchar, abrazar y besar y no sólo no protestan, además devuelven los besos y abrazos de oso con sus consiguientes "te quiero mami". Me los meriendo sin cargo de conciencia a la mínima de cambio. Soy incapaz de resistirme ante el culo melocotonero de Gabriel o las cachas jamoneras de Ángela, y ese par de barriguitas diseñadas para las pedorretas que ya quisieran los de Famosa y por supuesto, los pies de ambos que todavía son absolutamente comestibles... Pero claro, me preguntaba, ¿sobre que edad dejamos de devorar a nuestros hijos? O mejor planteado ¿hasta cuando se dejan devorar? y lo peor cuando se hagan mayores ¿de dónde voy a sacar un bebé para saciar mis ansias de canibalismo infantil?