domingo, 12 de octubre de 2014

Para que no desaparezcas...

Antes que desaparezcas me levanto de la cama, cojo una hoja de papel y un bolígrafo y escribo.
Todavía puedo verte, llorando en el salón de la que fue nuestra casa, un salón lleno de gente.
Antes que te esfumes y desparezcas escribo. Para que no te diluyas como el café aguado que querías preparar hace unos instantes a los desconocidos que invadían el salón de casa.
Pero no hay gas le susurras a mi padre. Y rompes a llorar porque no hay gas, porque no puedes hacer café, porque no puedes ofrecerle nada a toda esa gente que invade tu casa.
Lloro contigo. Me ha costado abrirme paso hasta ti entre  desconocidos, te abrazo y lloramos juntas. Tu pena es la mía.
Siento no saber hacerlo mejor. Nos sentimos tan perdidas...Perdónanos...
En mi sueño pienso lo fácil que sería no soltarte de mi abrazo, traerte de vuelta, rescartarte de la muerte con mi despertar.
Antes que se disuelva mi pena y te vayas con los truenos y la lluvia de la madrugada me levanto y escribo.
 Te echo de menos. Echo de menos pelearme contigo por cogerme el bajo de la falda demasiado largo, echo de menos tus macarrones, tu tortilla de patatas y tu bizcocho de manzana. Echo de menos escucharte cantar mientras limpias el polvo, pasear las tres por la calle de Sants. Mirar escaparates y las luces en Navidad.
Antes que dejes de dolerme hasta el próximo sueño me levanto.
 Miro a mis hijos dormir, hermosos, tiernos y perfectos.
Tu ya no estás y mi pena vuelve a estar a once años de distancia.