miércoles, 29 de septiembre de 2010

Recuerdos escolares (I)

Estoy monotemática con esto de que mi hijo haya empezado el colegio, no dejo de observarlo y de pensar también en mi infancia y mi adolescencia escolar... Últimamente llora, bueno, de tres semanas que lleva de cole, ha llorado dos, la primera iba tan pancho por la novedad, que si la plastilina, que si los coches de juguete, los niños, las canciones. Y aunque le gusta, él mismo lo corrobora "zi, me guta el cole mami" "¿y por qué lloras?" le pregunté sin esperar respuesta, porque aunque habla a veces no lo entiende ni su madre, que soy yo o me sale por peteneras (¿como se llama el abuelo? Paco ¿como se llama la abuela? Paco también... Eso es economizar recursos),sin embargo dejó su cochecito de juguete en el suelo y me miró con sus ojazos negros "Poqué la mama se va".
Claro, menuda pregunta la mía, si es que es de lógica aplastante...
La verdad a pesar de sus lloros, que le duran justo girar el edificio en  el patio, sé que está bien, sé que le gusta, que se lo pasa bien, que su profesora y las auxiliares (de momento hay dos profesoras por clase) son cariñosas, les secan las lágrimas, los calman, los achuchan y los miman y otra madre con otra hija más mayor me corroboró que así era, que no era cuento, que eran majísimas.
Si se mean o se cagan encima, los cambian, el otro día el mío se cagó hasta el cuello, hasta lo ducharon, sé de colegios, yo pensaba que era un mito urbano pero amigas foreras de otros puntos de España me lo corroboraron (escuela pública también, es que si encima pagas...), que en si se lo hacen encima llaman a los padres para cambiarlos y si estás en el puesto de trabajo tienes que ausentarte .Y yo me pregunto... ¿y si eres maestra de esta escuela y tu hij@ de tres años acude a otra también te ausentarás de tu puesto de trabajo? Pués claro que no, generalmente se pacta con otras madres o se rota a turnos, o te buscas la vida, porque si eres médico y estás operando a vida o muerte a un paciente, no lo dejas en mitad del quirófano con las visceras fuera porque tienes que cambiarle de ropa a tu hijo porque se ha cagado encima.
Pero vamos, vaya tela marinera, que gusto debe dar dejar a tus hijos en el cole sabiendo que si se caga lo van a dejar con la plasta en el culo hasta que aparezcas para limpiarlo, o peor todavía, con el pipí helado en pleno invierno...
Entonces pensaba que ser profesor, sea a la edad que sea, y sobretodo a edades tan tiernas, debería ser algo vocacional, deberían hacer psicotécnicos para comprobar que los profesores son personas cualificadas para desempeñar su puesto de trabajo, para enfrentarse con 20 o más alumnos por clase cada mañana y reitero, cuanto más pequeños sean, más exigencias para desempeñar el puesto.
Recordaba mis años en el parvulario. En P4 la cosa fue bien (entonces el P3 te lo pasabas en casa o en la guardería), tenía una profesora que se llamaba Mercedes, muy joven y motivada que se pasaba el día leyendo cuentos y cantandonos canciones. De esa época lo que me viene a la cabeza es el ruído de los punzones resiguiendo dibujos, piezas de colores para hacer torres y poco más, no recuerdo nada malo de aquella época y no lloraba al ir al cole.
Lo terrible llegó en P5, teníamos una profesora que se llamaba Conchita (que asco, como yo tenía que llamarse) y me faltan apelativos peyorativos para describirla. Era andaluza (a simple modo informativo, que conste) y fumaba como un carretero, porque en aquella época, hablo del año ´78, todavía era lícito intoxicarle los pulmones a los alumnos. Recuerdo unas sandalias de plataforma que ni el mismísimo Frankenstein, y unos tejanos de campana, unas gafas grandes de sol a lo Risto Mejide. Pero sobretodo recuerdo el terror que me causaba su presencia y su voz.
Por las mañanas nada más sentarme, yo lloraba de miedo en el pupitre y ella me cogía de la mano, me sacaba al pasillo y me decia tajante que hasta no parase de llorar no entrara en clase.
Creo que era la única imbécil de toda la clase a la que se le ocurría llorar. Entre hipidos lograba contener mis lágrimas y entrar de nuevo en el aula.
Estamos hablando de una niña de 5 años, una niña "buena" y no es está mal decirlo, que yo era de las que se portaba bien, de las que obedecían y no armaban jaleo y de las que ya sabía leer, vamos que lo único que con dos palabras bien dichas me hubiera callado rapidito.
Cuando se enfadaba con un niño, lo subía a la mesa y lo amenazaba con quitarle bajarle los pantalones, algo al parecer también muy común en los ´70. 
Al año siguiente no volvió a la escuela, luego me enteré por mis hermanos que había tenido un accidente doméstico, se le había caído una olla de agua hirviendo encima. Ni idea que le pasó. Si sigue viva, porque no sé que edad puede tener ahora: señorita Conchita del colegio Provenzana de Hospitalet de Llobregat, ojalá ese año fuera el último que ejercieras la docencia.
Y soy educada, porque he borrado los insultos.
Seguramente, la pobre mujer, no era tan mala como la veíamos (yo no era la única que le tenía terror, creo que toda la clase estaba atemorizada), pero bajo la mirada de unos niños de 5 años resultaba monstruosa.

martes, 21 de septiembre de 2010

¡¡Felicidades rey mío!!

Mañana mi niño, mi rey, mi vida, mi cielo, mi todo, cumple tres añitos. Qué rápido pasa el tiempo... Todos los padres decimos lo mismo año tras año...  Hace tres años estaba en la habitación del hospital, esperando a ponerme de parto porque había ingresado con fisura en la bolsa amniótica y Gabriel se estaba quedando sin líquido, así que si en 24 horas no me ponía de parto me lo provocaban. No me dolía nada, estaba más fresca que una lechuga, por un lado impaciente por conocer a mi cachorro, de olerlo, como dice mi amiga María ese olor a vida, de abrazarlo... Por otro lado pena, porque mi embarazo finalizaba con tres semanas de adelanto y a mi me había gustado tanto estar embarazada, lo había saboreado  como al helado que creía no iba a volver a probar, y no me sentía preparada aún para compartir a mi hijo con el resto del mundo. Me había encontrado bastante bien, muy cansada desde el principio eso sí, pero a grandes rasgos no podía quejarme, sin náuseas, durmiendo a pierna suelta hasta el final (ya me ajustarían las cuentas con el embarazo de Ángela), más feliz que una perdiz y sin otra preocupación que mi barriga (y los pies, hichados como un Bigfoot) que le recomendaba a todo el mundo embarazarse.
Y también estaba el miedo al parto, que mi hijo naciera sano, a lo desconocido, al dolor a pesar de la epidural, a no perder el control y liarme a tortas con la comadrona (es broma) y ese largo etc que nos corroe a las madres antes de parir.
Pero lo que más miedo me dió fue que de repente fui consciente que iba a ser madre, que ya no había vuelta atrás y si sería capaz de estar a la altura (cada día que pasa estoy menos a la altura, hay días que se la situación se me va de las manos y los vecinos deben pensar de mi que soy la niña del exorcista, que se le va a hacer...).
Me ahorro los detalles del parto que no fue mal pero tampoco bien si comparo con el de Ángela. Mi hijo llegó al mundo el 22 de septiembre de 2007 a las 17:45 de la tarde haciendo alarde de los pulmones de barítono con que la naturaleza lo ha dotado.
Y como no sé si mañana tendré tiempo de mear adelanto esta entrada.
¡¡Te quiero más que a mi vida chiquitín!!

sábado, 18 de septiembre de 2010

Lecturas obligatorias

No logro entender con que baremo se mide la calidad de un libro y porque narices nos obligaban en el instituto (y también en la EGB) a leernos unos libros infumables y pasados de moda. Los clásicos. Iba a poner el Quijote de vuelta y media pero como no me lo he leído (ni me lo pienso leer a menos que me paguen muy bien), pués ale, me ahorro la ironía. Se supone que el objetivo, a parte de conocer la literatura de la época y como escribían estos autores, algunos de ellos anónimos (no era para menos, más de uno hubiera debido hacer lo mismo y morir en el olvido como la mayoría de los mortales) era que nos aficionásemos a la lectura.
Sobran comentarios.
También hay que decir que hasta hace bien bien un siglo (y me aventuraría decir que menos), el mercado literario funcionaba de manera muy distinta a la actual. Para que se me entienda "en el país de los ciegos, el tuerto es rey". La cultura llegaba a poquísimas personas y no necesariamente esas personas tenían que ser buenos autores, había poca competencia y seguramente había más de un Cervantes o de un Shakespeare entre el pueblo llano y analfabeto.
Pués voy al grano.
En el número uno de mi  ranking se dan de ostias Tristan e Isolda y Tirant lo Blanch, no recuerdo los autores y ni me voy a tomar la molestia en buscarlos en el google. El de Tristan e Isolda creo que me lo leí entero y el de Tirant lo Blanch pués tampoco estoy del todo segura aunque diría que me copié el trabajo de alguien...
El resto los pongo tal y como me vienen a la cabeza.
-Alfanhuí, de Rafael Sanchez-Ferlosio: pués lo leí en 1º de Bup y lo único que recuerdo fue la sensación que el autor se había fumao algo, que el argumento no tenía ni piés ni cabeza.
-El Lazarillo de Tormes: dentro de las obras obligatorias es de las menos inaguantables pero estoy segura que si alguien escribiera semejante bodrio hoy en día las editoriales no se darían precisamente de tortas por publicarlo, por eso el autor prefirió permanecer en el anonimato.
-Viaje a la Alcarria de Cela: me obligaron a leerlo en 7º de EGB y no sé en que estaría pensando el profesor de lengua para hacernos leer este libro a la tierna edad de 12 años. Me dieron ganas de arrancarme los ojos.
-La Celestina de Fernando de Rojas: bueno, confieso que la pude leer sin quedarme dormida.
Sí que me gustaron:
-Tiempo de Silencio de Luis Martín-Santos (lo he buscado en google) y no me obligaron a leérmelo, a mi hermana sí, rulaba por mi casa y en una gripe aburrida, me lo leí.
-El árbol de la ciencia, de Pío Baroja: era muy muy deprimente pero es una buena obra, además aprobé el exámen del libro con buena nota.
-Tormento de Benito Pérez Galdós: pués creo que lo leí en 3º de Bup y también me quedó buen sabor de boca, esto de la novela costumbrista era como el "Cuéntame" de la época.
-La plaça del diamant de Mercè Rodoreda (la plaça del diamante para las que sois de fuera de Catalunya), partía con la ventaja que ya me lo había leído, este y todos los de la autora, lo recomiendo a los lectores empedernidos pero el mejor para mi es Mirall Trencat (Espejo roto), si sois amantes de las sagas de familias depravadas, no tiene desperdicio.
Y a bote pronto no se me ocurren más, ya me contareis.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Gilitonteces varias

De camino a casa al dejar a mi hijo en el cole (que por cierto, lleva desde el lunes llorando al hacer fila, mecachisenlamar), he estado pensando en las cosas inútiles y desfasadas que se ensañaban y se sospecho se siguen enseñando en las escuelas e institutos y en las cosas útiles que deberían enseñarse.
Cosas inútiles que se enseñan:
-Las raíces cuadradas: ni falta hace que explique el por qué.
-La importancia de hacer buena caligrafía: tampoco hace falta tener letra de médico pero a mi sobrino Eric le llevan machacando desde 1º que no tiene buena letra. Vamos a ver...Que estamos en la era de la informática, es como si a Cervantes le hubieran obligado a escribir el Quijote con un cincel y un martillo en las tablas de Moisés.
-Las derivadas, las integrales (y no son galletas) y todas las pijotadas matemáticas que enseñaban en BUP , a menos que fueras a estudiar ingenieria cuántica  o la mismísima carrera de mates, dudo mucho, que sirvan para algo...
-La vertical puente y saltar al potro: tengo una amiga que aún tiene pesadillas con las clases de gimnasia (yo verdaderos terrores nocturnos). Y en 1º de BUP certifico que estas dos torturas medievales entraban a examen. Jamás hice la vertical-puente y jamás salté al potro, me ponía a la cola y dejaba pasar a los demás. Suspendí gimnasia y en septiembre me aprobaron por pena. Eso sí me ahorré romperme una pierna.
-Latín y griego: que conste que hice letras puras en 3º de BUP y aprobé ambas asignaturas, y confieso que hasta me gustaban "un pelín", si las comparamos con las matemáticas y las derivadas de las narices esto era un paseo por el campo pero no me han servido ni para jugar al trivial.
-Analizar frases: el complemento directo, el indirecto, el circunstancial y toda la patulea, al menos que hagas filología hispánica igual de inútil que las mates avanzadas.
-Dibujo lineal: que alguien me diga, además de mancharte los dedos de tinta y cagarte en el señor que fabricaba los rotrings (aunque mi hermanos me decían que más trágico era usar el tiralíneas), que utilidad tiene si no vas a hacer la carrera de arquitectura.
Cosas útiles que deberían enseñarse:
-A cocinar: no hace falta tener el nivel de Arguiñano, pero tampoco hay que conformarse con freír un huevo y hacerse unos macarrones. Unas lentejitas caseras, unas albondigas a la jardinera, una paella valenciana y cuatro platos dignos para la supervivencia sin joderte el estómago con frituras y precocinados los primeros seis meses de emancipación, son suficiente.
-A coser: tampoco basta con saber coserse un botón. Aprender a cogerse los bajos de unos pantalones (de nuevo mi madre se carcajea desde el más allá) o cambiar una cremallera (a coser las cintas de las batas del hijo que empieza el cole). Antes había una asignatura optativa en los institutos que se llamaba hogar, que era el equivalente a los trabajos manuales, porque de hogar poco, te enseñaban macramé (nunca la escogí, yo escogí coral, jajajaja, creo que ese año llovió a base de bien), ¿qué madre no ha tenido un macetero vacío de macramé criando polvo colgando del techo del comedor? (ni la mía se libró que mi hermana sí hizo hogar), también a hacer máscaras con papel maché, o figuritas de pan... Y me vuelvo a preguntar... ¿Que tendrá que ver el hogar con estas chuminadas?
-A llevar una casa y administrar los sueldos: suena muy yanqui  esto de cocinar y cuidar niños pero la vida también es comer, tener hijos e intentar llegar a fin de mes.
-Bricolaje y lampistería: cambiar enchufes sin electrocutarte, arreglar un grifo sin inundar la casa e incluso aprender a alicatar una pared, con los precios prohibitivos que tienen los paletas y lo majas que son las cocinas de ikea...
-Respeto: con la cantidad de casos de moving, bulling y todo lo negativo que acabe en ing está claro que a muchos niños no se lo enseñan sus padres.
Otro día hablaré de los libros tostones que me han obligado a leer. Eso sí que es inculcar amor a la lectura, jesús!

lunes, 13 de septiembre de 2010

Animalizando

Hay algo en mi Lluna que me recuerda a una eterna cachorra, quizás sea la mirada, esos ojos redondos como los de los peluches, tan característicos de las gatas careys...
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La foto no tiene ni un par de semanas y veo la misma carita dulce de Ewock de hace cinco años, engañosa por cierto porque a esta gata desde que hay niños en casa se le ha agriado el carácter. Supongo que gran parte de la culpa es nuestra, por hacerle creer que es una persona, o que nosotros somos gatos. Dicen que los gatos nos ven a su vez como gatos grandes y torpes.  Eso quizás la Nit, pero mi Lluni se cree una personita, durante dos años rellenó el hueco de los hijos que no venían, todos los achuchones, besotes y mimitos se los llevaba la consentida de la casa bajo la atenta y sabia mirada de Nit, que más de una vez estuvo a punto de hacer el ademán de llevarse las zarpas a la cabeza en plan estais creando un monstruo, seguid así...
Cuando nació Gabriel le vetamos, por desconocimiento, el acceso a nuestra habitación. Teníamos miedo que se colara en la cuna y sin querer le hiciera daño (de verdad que sin querer) decidimos cerrar la puerta. Fui tan burra de no prepararla antes, esperé y esperé pensando que tenía tiempo pero me daba tanta lástima que cuando quise darme cuenta estaba pariendo, porque el parto se me adelantó tres semanas.
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Así que fue desterrada de sus aposentos (es un gato, es territorial) y empezó a perder peso de una manera alarmante. Ante tal desgracia la puerta volvió a ser abierta, la gata a dormir en los pies de su dueña y todos tan contentos. Ella no es rencorosa, ni celosa ni nada por el estilo, es un animal, las rencillas con Gabriel han venido porque mi hijo es muy pelma y muy pequeño y ella muy miedica y antisocial.
Con Ángela la puerta siguió abierta...

¿En que estará pensando por eso mi Nit? ¿En algo trascendental? ¿O en si habrá latita para cenar?

domingo, 12 de septiembre de 2010

Ex-fumando espero

Soy ex-fumadora tirando a empedernida. Cuando me quedé embarazada de Gabriel, sorprendentemente lo dejé. En realidad lo dejé el día que me lo transfierieron (in vitro) y me lo tomé en plan "si dentro de 12 días estoy preñada aguanto del tirón y sino me voy al estanco a comprarme un paquete..." . Estaba tan desesperada por quedarme embarazada que si hubiera tenido que comer cristales rotos lo hubiera hecho.
Pués aguanté del tirón y cinco meses después de nacer volví a sucumbir ante los efectos de la nicotina. Una pena porque durante ese año largo lo llevé bastante bien, hasta aborrecía a los fumadores, me daban "pena" como predicaba Allen Carr en su libro "Dejar de fumar es fácil si sabes como" el cual me he leído (y no miento) como unas cinco veces mínimo...
Pero que de fácil nada, a mi el único método que me ha funcionado (y me sigue funcionando a la fecha de hoy) es la fuerza de voluntad y el humor de perros que se me pone cuando lo dejo (todo eso si lo mezclamos con un cocktel hormonal de embarazo se traduce a la santa paciencia que tiene mi marido).
Con Ángela volví a dejar "el vicio", y a pesar de encontrarme más bien tirando a mal, soñaba con montañas y montañas de cartones de tabaco rubio. Me recordaba a mi padre cuando tuvo un derrame cerebral que rebuscaba entre los pliegues de las sábanas más inconsiente que otra cosa murmurando "¿quien me ha chingao el tabaco y el mechero?" (hay que ver mi padre lo bien hablado que era JAMÁS había escuchado la palabra chingao salir de sus labios).
Se puede decir que hasta hace casi un mes no he empezado a superar el "mono" psicológico del tabaco. Empiezo a no envidiar a los fumadores y a tenerles un poquito (pero sólo un poquito) de lástima... El motivo principal sigue siendo el mismo que durante el embarazo: mis hijos. Su salud, porque por mucho que me lave las manos y no fume dentro de casa luego ellos, huelen a tabaco. El sentimiento de culpa que me provoca fumar, si yo me enfermo quien los cuidará (yo los cuido mejor que nadie). Y la cuestión práctica,  que cada vez que salgo de casa me llevo la casa a cuestas, como para andar acordándome de coger la cajetilla y el encendedor. Y que sólo tengo dos manos, si una de ellas está ocupada con un cigarrillo no doy abasto (no doy abasto con las dos), conducir un carrito de bebé y un niño de tres años por la calle son juegos malabares, no digamos si encima fumase.
De todos modos para consolarme (sigo soñando que fumo, que  le voy a hacer...) si cumplo sesenta años  y bajan los precios igual me replanteo el tema...

martes, 7 de septiembre de 2010

¡Al cole!

Pués el primer día de cole ha sido todo un éxito. Bueno, sólo ha estado una hora y media porque la primera semana es de adaptación. Estaba la mar de contento con su mochila de Buzzlightyear, su agenda del demonio de Tasmania, tan tan emociondo desde ayer que esta mañana a las 7:45 ya estaba despierto, casi lo asesino porque hasta las 11:00 no entraba (mañana va de 9 a 10:30) y yo tenía un sueño que me moría... El fin de semana me lo pasé marcando su nombre en la ropa (en cinta que se plancha, si tuviera que bordarlo me suicidaba directamente) aunque no me libré de coser tiras en los cuellos de las batas y de las chaquetas para colgarlas en las perchas. Casi podía escuchar a mi madre escojonándose en el otro mundo diciéndome ves mujer lo útil que es saber coser, ya te lo advertí. No creo que las tiras sobrevivan muchos días a mis torpes puntadas, me he planteado graparlas...
El caso es que mi niño, ya lo he dicho muchas veces, es sociable por naturaleza, no ha derramado una sola lágrima (la verdad es que pocas lágrimas he visto, en este cole los del telediario enseñando niños llorones, iban apañaos, a este paso esta generación se emancipa a los diez años), hemos entrado hasta la clase (esta semana nos dejan entrar) y se ha puesto a jugar con un garaje de juguete y un montón de coches con otro niño y ale, si te he visto no me acuerdo. Le he dicho que me iba y nada, es que ni adiós, me ha dicho a jugá. No se lo tengo en cuenta, es que a mi hijo los vehículos le tiran mucho, de momento el refrán tiran más dos tetas que dos carretas en su caso hay que aplicarlo a la inversa.
A la salida pués no se quería ir. Pobrecito mío creo que este año mi hijo se ha aburrido mortalemente en nuestra compañía...
Si llora en los próximos días ya contaré...

viernes, 3 de septiembre de 2010

Dentro de nada al cole

Ayer asistimos a otra reunión escolar. Nada importante, más de lo mismo, batas, chandals, horarios de la adaptación escolar, que nos dejan entrar hasta la clase con ellos los primeros días, normas de la escuela etc. Esta vez me llevé a Gabriel, aprovechando que mi marido aún está de vacaciones y podía estar por él, para que le pareciese más real "el cole" ya que no ha ido a la guardería.
Tal y como sospechaba enseguida hizo amigos, se olvidó de su padre y luego no quería irse.
Habrá que esperar por eso al martes 7 de septiembre para ver si lo llevará tan bien en cuanto me despida de él... Pero me da a mi que este niño tiene unas ganas locas de "independizarse" y que está hartito de vernos...

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Compartiendo

Me hace gracia esto de decirle a los niños "hay que compartir" que conste, que aunque les cueste un mundo a los pobres, lo considero necesario.
Me hace gracia porque somos los padres los que acabamos "dejando".
En el parque donde vamos a menudo pués nos conocemos casi todos. La mayoría llegamos, sacamos los bártulos, palas cubos y demás y lo lanzamos a la arena para que todos jueguen con todo. El problema está cuando hay más niños que palas o cubos porque basta para que una tarde te olvides (Gabriel casi nunca juega con los cacharros) para que le entren ganas de jugar en el  momento justo (y lógico por otro lado) en el que están todos enfrascados en las excavaciones arqueológicas y se acaba armando la marimorena. Menos mal que con la edad esto se pasa sino me ya veo a algún abuelo asaltando una obra  y arreándole a un obrero...
Luego están los juguetes que se cambian. Tú me dejas la moto y yo te cojo la bici o el patinete (o el carrito de muñecas, a mi hijo le encantan, para reyes pienso pedir dos). Aunque también está la modalidad yo cojo la moto y me las piro. Eso se da en niños más mayores con padres "ausentes", es decir, estos que se ponen a hablar y hablar y hablar y se olvidan que tienen niño y que su niño es un bruto y es más mayor que la media (hablo de un parque pequeño donde la media de edad es de 4 años) que corre encima de la moto que ni Fonsi Nieto. Ahí no paso ni media, si no hay padres espiritualmente presentes, no hay moto. Y eso lo aplico a todos los juguetes, si los padres están en el banco dándole a la sinhueso (que conste que yo no soy muda, que también me gusta hablar y relacionarme con personas mayores de tres años y desde que no trabajo fuera de casa mi círculo es reducido, pero hay que tener los ojos puestos en el crío y las orejas en la conversación, todo un arte) en pleno debate vamos a arreglar España y mi hijo reclama sus juguetes, no hay moto, ni pala ni cochecitos y se acabó.
Y también están los padres de niños más pequeños, de año y medio o así que se agarran a los vehículos de juguete como si les fuera la vida en ello. El otro día se subió al patinete de Gabriel un nene de menos de dos años, conducido por su madre, mientras le suplicaba a Gabi ahora te lo devuelve cariño, ahora te lo devuelve, déjaselo que es más pequeño, ahora te lo devuelve, es más pequeño y pasaba el rato y cada vez que la madre iba a bajar al crío este empezaba a llorar, y mi hijo a mirarme con medio puchero y cara de haz algo! y Ángela rompió a llorar también y la madre del niño se hacía la sueca o la pobre no sabía como bajar a su hijo del patinete y cuando estaba a punto de pedirle a la madre amablemente el patinete (es que se me hizo eterno) apareció una amiguita de mi hijo con el cochecito de muñecas que se fue a jugar con los cubos y las palas ajenas y las dos suspiramos de alivio.
Los peores son por eso, los padres que vienen esporádicamente con sus hijos (por norma también más pequeños que la media) y no dejan nada. A pesar de que soy miope profunda los veo venir de lejos y entiendo que cuanto más pequeños de edad más les cuesta desprenderse de los juguetes pero el problema no son los niños que muchas veces ni recuerdan que tienen una moto o un coche en el suelo. Son los padres (y casi siempre hombres, que curioso). De entrada ya le comento a Gabriel "no toques que no es tuyo" y dependiendo de la respuesta "tranquila mujer que hay que compartir" (siempre y cuando el dueño NO LLORE, eso lo tengo también muy claro tenga el niño la edad que tenga) dejo que juegue o no. Si hay un silencio sepulcral (porque no es lo mismo que el parque esté lleno a que esté tirando a vacío) me las veo y me las deseo para que Gabriel no toque ese juguete por muy cutre que sea (el otro día fue un coche roñoso de los chinos, el padre me dijo "bueno que juegue pero que luego se lo devuelva", casi le escupo en la cara, por si fuera poco se le salieron las ruedas, casi me veía pagándole el coche de las narices). Hace poco también fue una moto y el padre del dueño apartó la moto y le dijo "esto lo dejamos aquí".
Recuerdo que bajo al parque con un niño que cumple tres años este mes y una niña de siete meses que a pesar de ser casi una santa, muchas veces le estoy dando de comer, la estoy durmiendo y sólo tengo dos manos. Que por cierto el "padre egoista" acaba de tener otro hijo (el mayor tiene poco más de dos años) que lástima no tener una emoticón de burla...