sábado, 15 de octubre de 2011

Los dulces cuatro

Desde que ha cumplido cuatro años Gabriel ha pegado un cambiazo repentino y positivo. Siempre ha sido un cielo de niño pero había aspectos que me preocupaban, como la comida. Hasta los dos años y poco, y coincidiendo con la masticación, empezó "a descomer". En cantidad y en variedad porque aunque había alimentos que le costaban, como la carne en trocitos, otras, como el arroz, la fruta, el pescado o la pasta, se las había comido hasta el momento estupendamente, y cuando ya empezó el colegio y los megavirus que pillaba la cosa empezó a ser preocupante. Cuando estaba enfermo de la garganta, subsistía a base de petits y de colacaos, en el mejor de los casos si no los vomitaba junto a un cúmulo de mocos.
Aunque los mocos no los hemos soltado ni en verano, ha empezado a comer fruta otra vez, milagro milagroso, y por fin! Come cantidades decentes de carne a trocitos que eso, es un logro. Supongo que está en un pico de crecimiento porque los pantalones de antes del verano le llegan por los tobillos...
Y luego están las rabietas. De repente, se puede empezar a razonar más con él, sobretodo cuando nos vamos del parque que como he comentado en otras entradas, es fuente de conflictos porque ya sé ya sé, ninguno encuentra la hora adecuada para marcharse.
Pero bueno, ya está Ángela para tomarle el relevo a su hermano y la verdad, las rabietas de Ángela son apoteósicas, cualquier día le estalla una vena del cuello de tanto gritar. Como me dice una amiga "Gabriel es un niño trampa", por lo buenazo y estupendo.
Que conste, que mi pequeña cotorra es estupenda también, sobretodo hoy que se me ha abrazado a la pierna y me ha soltado un "mami te tero" (mami te quiero, como su hermano me dice lo mismo con abrazo de oso). En fin, litros y litros de baba. 
Y que me desvío del tema, mi pequeñajo ha dejado el pañal nocturno por voluntad propia y exceptuando algún escape puntual, la cosa ha ido genial (y que curioso porque fue la semana que cumplió los cuatro).
¡Mi meoncete se hace mayor!

lunes, 10 de octubre de 2011

Tipos de padres I

Haciendo un análisis en el parque de las madres que pululan (de padres hay menos y tampoco se van a librar) me han salido estas categorías:
-La madre pachorrona o chochona: inmutable, esa que ya puede estar su hijo ahogando al tuyo y a la vez rematándole  con una pala que no se altera, no es capaz ni de decir cansinamente "Fulanito, deja de pegar a Menganito". Sus hijos suelen ser espécimenes violentos con tendencias posesivas con lo suyo y por supuesto, con lo de los demás...
-La madre/padre ausente: la primera suele estar dándole a la sin hueso con otras madres y se olvida que tiene hijos, ya se le pueden ir a la China que ni se entera. Como era de esperar tampoco se entera si su cachorro tiene complejo de Gladiador y le tira arena al tuyo en los ojos para luego hacerle un placaje digno de un jugador de rugby. La segunda variante, el padre, más que darle a la sin hueso está abstraído con las nuevas tecnologías, con el móvil, para que nos entendamos .
Conozco una variante de padre ausente de verdad, con dos gemelos de tres años  y otra niña de cinco, se subió a casa con la de cinco y se olvidó que tenía dos gemelos abajo. Los gemelos dieron una vuelta completa a la manzana y por suerte, no les dió por cruzar la calle... Juro que es verídico y lo viví en primera persona.
-La madre egoísta: y con razón, en esta me siento plenamente identificada porque ya no me corto un pelo cuando aparece un niño de padres ausentes o pachorrones y más mayor por lo general, que los tuyos, que reparte galletas a diestro y siniestro y se emperra en quitarle la bici a tu hijo que por lo general también, es el que siempre recibe. Un NO ES TUYO, suele ser suficiente. Mis hijos comparten sus juguetes con otros niños del parque si los padres están presentes en cuerpo y alma, sino, nanai.
-L@s jugueton@s: Son especímenes raros raros, que les gusta jugar con sus niños y con los de los demás (a mi no me gusta jugar con mis hijos, lo confieso, me parece un tostón y juego por dura y pura obligación), tienen la característica de aglutinar a un montón de niños a la vez y distraerlos, y además tienen paciencia de santo. Personalmente me hacen sentir culpable (mala madre soy que no me gusta jugar con mis hijos, por dios...) y también me hacen cuestionarme si en casa, con sus hijos, siguen siendo así.
-Repartidores de leña: Está muy claro, estos a la mínima de cambio cachete en el culo, luego se extrañan cuando sus hijos hacen exactamente lo mismo que ellos. Hay que ver est@ niñ@ que incorregible, siempre pegando-mordiendo-dando patadas...
-L@s comunistas: Se emperran erre que erre en que sus hijos menores de cuatro años compartan sus cosas con los demás (yo también he sido de estas hasta que aprendes) aunque la pobre criatura llore porque no quiere dejarle su cubo favorito del Pocoyó a esa niña que no conoce de nada.
Y ya continuaré en otra ocasión con este "estudio" antropológico que ahora me está entrando sueño y me voy a poner el modo "madre ausente" (es un decir).

sábado, 1 de octubre de 2011

Mi niña

Mi niña habla. Tiene 20 meses y parece que se haya tragado una abuela. Hemos adelantado la fase del ¿Por qué? Gracias a su hermano claro. Lo bueno es que lo pregunta en contexto. No sólo repite todo lo que le dices en plan loro, se está aprendiendo los nombres de l@s amig@s de su hermano, de los dibujos de la tele (el Poyó, el Cacú que es Calliou, y toda la parentela del Mickey) te pregunta "¿Que sesto?" señalando con su dedito. Estoy entusiasmada porque menos mi sobrina (mujer tenía que ser) que rajaba por los descosidos también cuando era un moco, mis sobrinos por parte de hermana y mi hijo, han sido de hablar tardío. Siempre me habían dado envidia estas criaturas precoces en lenguaje (porque a Ángela para caminar le ha pesado el culo como a su hermano), tan pequeñas y charlatanas. Son la mar de graciosos la verdad. Mi hija llama a su abuelo por el nombre "¿Paco? ¿Pacooooo??, ¿onde tás Paco?" se emperra gritando con teléfono de juguete o el mando a distancia en la oreja.
Ya me tocaba hablar de mi niña que está en pleno apogeo de monerías varias ( hay que ir con cautela no eclipse a su hermano que también está en la edad de las payasadas). Aunque tiene claro que de momento las muñecas no van mucho con ella (es más interesante darle de comer con una cuchara de juguete a la gata), le encantan los coches (si no puedes con ellos, únete a ellos) y se ha apropiado del rayo Mcqueen que le regaló mi amiga Sandra a su hermano para el cumpleaños.
Le encantan los zapatos, se pone los de toda la familia (con especial predilección los de su hermano), a la que te descuidas te has quedado sin zapatillas y desde que camina se pasea con esos andares de pingüino mareado con las bambas de Gabriel cuatro tallas más grande, riéndose con toda la cara. Porque ríe y llora a partes iguales echándole el mismo entusiasmo. Avisa cuando se ha hecho caca, todo un detalle lo cual me da que pensar que este invierno por mucho frío que haga, toca operación pañal.
Y da unos besos y unos achuchones que equivalen a diez sesiones de tratamientos de belleza.
Mi bebota se hace grande...