Cuando estaba embarazada de Gabriel la gente me preguntaba que iba a hacer con mis gatas. Cuando digo gente no me refiero a familia y amigos (bueno algún "amigo" sin gatos lo preguntó) porque asumían que las gatas se iban a quedar donde estaban, es decir, en casa.
No había pasado la toxoplasmosis y tuve la gran suerte que mi ginecólogo ni me preguntó si tenía animales y lo único que me aconsejó fue que tuviera cuidado con los embutidos, la carne poco hecha y que lavara bien las verduras.
Recuerdo que la pescadera de la esquina me comentó como quien no quiere la cosa que conocía a fulanito de tal con un gato que le sacó el ojo al niño... Ni que decir que esta historia no me afectó lo más mínimo.
En la actualidad hay personas que no entienden que mi hijo reciba algún arañazo de sus gatas, sobretodo de Lluna que se ha convertido a raíz del nacimmiento de Gabriel, en una gata sumamente territorial hasta con su compañera Nit. No es un comportamiento que le aplauda aunque sí le disculpo, pero el tema no es que Lluna sorprenda sigilosamente a Gabriel y así, a traición, le clave las uñas. Es más bien al revés. Lluna está tranquilamente en lo alto del sofá y Gabriel que cada día llega a más sitios porque crece y es más ágil, le da un manotazo, un pellizco o un achuchón muy fuerte que equivale a la estrangulación (me recuerda a los dibujos animados de la mofeta francesa empalagosa y la gatita, mi hijo es la mofeta).
La mayoría de veces Lluna sale corriendo y se esconde en otro lugar, las menos se vuelve y lo araña, son rasguños pequeños, y mentiría si escribiese que no me preocupa, porque una cosa es que le arañe la mano, el brazo, pero el domingo recibió un arañazo en la frente y aunque sé que no le va a sacar un ojo sí se lo puede dañar.
Pero pienso que debe aprender a convivir con sus gatas, a respetarlas y a no hostigarlas. Cuando empiece el colegio deberá aprender lo mismo con respecto a sus compañeros, recibirá también más de un arañazo, mordisco y bofetón, y él también dará los suyos seguro. No por eso no va a ir al cole. Por esta misma regla de tres nos deberíamos deshacer de Gabriel porque a veces no trata con cuidado a su hermana. Y claro que no es lo mismo, sus gatas no son sus hermanas pero también forman parte de la familia.
Luego está el tema higiene, pelos, pelusas, y demás cosillas. Mi marido fue asmático de pequeño y tengo un sobrino por su parte que además es alérgico a los gatos. Así que me pasé todo el embarazo rezando para que mi hijo no lo fuera aunque durante el embarazo de Ángela estaba tan preocupada por otras cosas que ya ni pensé en el tema...
Hay dos teorías, la famosa la mierda inmuniza y la otra vertiente que cuanto más entras en contacto con una sustancia más probabilidades tienes de acabar teniéndole alergia. Así que si nos remitimos a la segunda a estas alturas ya no podría acostarme con mi marido sin que me saliese un sarpullido (sí cariño, ya sé tú no eres una sustancia).
De momento, toco madera, Gabriel está más sano que un manzano y Ángela parece que sigue los pasos de su hermano.
Sinceramente, le tengo más miedo a los bichos que se pueda traer Gabriel del colegio (gripes, gastroenteritis, broquitis y todas las "itis" que no lo que le puedan contagiar las gatas que hasta la fecha es cero).
Todo este rollo viene a que ayer en el parque vi a un niño de cinco años el amago de tirarle un puñado de tierra, con mucha mala leche, a un chiuaua que no conocía de nada, y todo porque su madre le dice que si se porta mal un perro le morderá (a la madre al parecer no le gustan los perros, una historia chorra que no merece ni contar), y esta tarde he visto el lado contrario, una niña de unos siete abrazaba a su perrita Lluna (que casualidad) una yorkshire con paciencia de santa que se ha dejado acariciar por cinco niños sobones a la vez (entre ellos mi hijo que como de tonto no tiene un pelo a la perrita si la acaricia en condiciones), me ha emocionado verla besar a su perra con una efusión que ya querrían algunos novios. La madre orgullosa me contaba que a la niña se le da bien coser y le hace faldas a la perrita y sombreritos y que el animalito se deja vestir.
Y menos mal que he visto esta estampa porque la de ayer me dejó muy mal sabor de boca...
1 comentario:
Ay, conxi.. la de vueltas que le llevo dando al tema gatos.. Por un lado está mi madre, que tiene gata, pero es de mi hermana pequeña. Mi hermana la cuida más bien poco, la responsabilidad cae al final en mis padres, que le tienen cariño, pero piensan que la gata son pelos y más pelos, y mi madre cose, con lo cual, la tela y los pelos... pero a pesar de la búsqueda de casa para la gata, de momento continúa en casa de mis padres. Y a pesar de lo silvestre que era, ha aprendido y es la gata más tranquilona que te puedas echar a la cara. Arisca, pero tranquila.
Luego está mi gata, que es más buena que el pan, pero muy asustadiza. Mucho, mucho (como mi hija, que anda que ésta niña también...) y cualquier movimiento la pone en guardia de un salto. El problema es que el salto lo de donde no debe porque Rocío de momento le tiene tanta curiosidad como respeto y no se atreve más que a tocarla y reirse un poco, pero nada de atosigarla. Menos mal.. Tocaremos madera.
Pero ahí andamos con la pelea de que Fibi no entre en la cuna de la niña (lo que le gusta subirse a las camas!! qué manía. al final cerré las puertas cuando no estoy y ya está), que salga de las habitaciones cuando se le pide, procuro que no me llene todo de pelos (misión imposible por ahora)... y ahora sí me está agobiando un poco porque debe estar algo estresada y pierde un poco más de pelo, pero es que Rocío se lo lleva todo a la boca o, como es sudona, me aparece con pelillos en el cuello que no sé de dónde ha sacado... Pero bueno. Seguiremos con la pelea.
Yo, a quien me pregunta, le digo que Fibi estaba en casa y era parte de la familia antes de que llegara Rocío, así que ahí se queda, me las tendré que apañar y ya está.
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