Estoy monotemática con esto de que mi hijo haya empezado el colegio, no dejo de observarlo y de pensar también en mi infancia y mi adolescencia escolar... Últimamente llora, bueno, de tres semanas que lleva de cole, ha llorado dos, la primera iba tan pancho por la novedad, que si la plastilina, que si los coches de juguete, los niños, las canciones. Y aunque le gusta, él mismo lo corrobora "zi, me guta el cole mami" "¿y por qué lloras?" le pregunté sin esperar respuesta, porque aunque habla a veces no lo entiende ni su madre, que soy yo o me sale por peteneras (¿como se llama el abuelo? Paco ¿como se llama la abuela? Paco también... Eso es economizar recursos),sin embargo dejó su cochecito de juguete en el suelo y me miró con sus ojazos negros "Poqué la mama se va".
Claro, menuda pregunta la mía, si es que es de lógica aplastante...
La verdad a pesar de sus lloros, que le duran justo girar el edificio en el patio, sé que está bien, sé que le gusta, que se lo pasa bien, que su profesora y las auxiliares (de momento hay dos profesoras por clase) son cariñosas, les secan las lágrimas, los calman, los achuchan y los miman y otra madre con otra hija más mayor me corroboró que así era, que no era cuento, que eran majísimas.
Si se mean o se cagan encima, los cambian, el otro día el mío se cagó hasta el cuello, hasta lo ducharon, sé de colegios, yo pensaba que era un mito urbano pero amigas foreras de otros puntos de España me lo corroboraron (escuela pública también, es que si encima pagas...), que en si se lo hacen encima llaman a los padres para cambiarlos y si estás en el puesto de trabajo tienes que ausentarte .Y yo me pregunto... ¿y si eres maestra de esta escuela y tu hij@ de tres años acude a otra también te ausentarás de tu puesto de trabajo? Pués claro que no, generalmente se pacta con otras madres o se rota a turnos, o te buscas la vida, porque si eres médico y estás operando a vida o muerte a un paciente, no lo dejas en mitad del quirófano con las visceras fuera porque tienes que cambiarle de ropa a tu hijo porque se ha cagado encima.
Pero vamos, vaya tela marinera, que gusto debe dar dejar a tus hijos en el cole sabiendo que si se caga lo van a dejar con la plasta en el culo hasta que aparezcas para limpiarlo, o peor todavía, con el pipí helado en pleno invierno...
Entonces pensaba que ser profesor, sea a la edad que sea, y sobretodo a edades tan tiernas, debería ser algo vocacional, deberían hacer psicotécnicos para comprobar que los profesores son personas cualificadas para desempeñar su puesto de trabajo, para enfrentarse con 20 o más alumnos por clase cada mañana y reitero, cuanto más pequeños sean, más exigencias para desempeñar el puesto.
Recordaba mis años en el parvulario. En P4 la cosa fue bien (entonces el P3 te lo pasabas en casa o en la guardería), tenía una profesora que se llamaba Mercedes, muy joven y motivada que se pasaba el día leyendo cuentos y cantandonos canciones. De esa época lo que me viene a la cabeza es el ruído de los punzones resiguiendo dibujos, piezas de colores para hacer torres y poco más, no recuerdo nada malo de aquella época y no lloraba al ir al cole.
Lo terrible llegó en P5, teníamos una profesora que se llamaba Conchita (que asco, como yo tenía que llamarse) y me faltan apelativos peyorativos para describirla. Era andaluza (a simple modo informativo, que conste) y fumaba como un carretero, porque en aquella época, hablo del año ´78, todavía era lícito intoxicarle los pulmones a los alumnos. Recuerdo unas sandalias de plataforma que ni el mismísimo Frankenstein, y unos tejanos de campana, unas gafas grandes de sol a lo Risto Mejide. Pero sobretodo recuerdo el terror que me causaba su presencia y su voz.
Por las mañanas nada más sentarme, yo lloraba de miedo en el pupitre y ella me cogía de la mano, me sacaba al pasillo y me decia tajante que hasta no parase de llorar no entrara en clase.
Creo que era la única imbécil de toda la clase a la que se le ocurría llorar. Entre hipidos lograba contener mis lágrimas y entrar de nuevo en el aula.
Estamos hablando de una niña de 5 años, una niña "buena" y no es está mal decirlo, que yo era de las que se portaba bien, de las que obedecían y no armaban jaleo y de las que ya sabía leer, vamos que lo único que con dos palabras bien dichas me hubiera callado rapidito.
Cuando se enfadaba con un niño, lo subía a la mesa y lo amenazaba con quitarle bajarle los pantalones, algo al parecer también muy común en los ´70.
Al año siguiente no volvió a la escuela, luego me enteré por mis hermanos que había tenido un accidente doméstico, se le había caído una olla de agua hirviendo encima. Ni idea que le pasó. Si sigue viva, porque no sé que edad puede tener ahora: señorita Conchita del colegio Provenzana de Hospitalet de Llobregat, ojalá ese año fuera el último que ejercieras la docencia.
Y soy educada, porque he borrado los insultos.
Seguramente, la pobre mujer, no era tan mala como la veíamos (yo no era la única que le tenía terror, creo que toda la clase estaba atemorizada), pero bajo la mirada de unos niños de 5 años resultaba monstruosa.
3 comentarios:
Ay nena, si es que parece mentira los traumas que los recuerdos de la infancia pueden llegar a provocarnos, verdad? Yo tb recuerdo a una profesora mía de 7º de EGB (yo era más mayorcita pero igual de vulnerable, jaja), que era super desagradable conmigo porque no sabía dibujar. Y la muy p.... no entendía que es muy difícil aprender a dibujar bien cuando naces sin ese don. Llegaba a tener pesadillas con ella... Ya ves para lo que me ha servido el dibujo, como no sea para perder en el Dicciopinta, jajaja...
Carol
Qué bueno!!!! Madre mía, la profesora Conchita!! Yo no recuerdo tenerle un terror "en especial", o al menos más del que ya les tenía a los profesores/adultos en general... Recuerdo que fué en ese curso que nos conocimos, verdad? Que me dijiste algo así como: "que no hablas?", y a partir de entonces hasta 8º fuimos casi inseparables. Qué tiempos aquéllos!
Que va tía, tu tb estás fatal de la memoria, nos conocimos en p4, en la clase de la Mercedes, y yo pensaba que eras muda jaajajajaj ya ves, si es que yo no callaba ni debajo del agua... Y sigo igual.
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